Miércoles, 4 de Octubre del 2023
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Comentario Dominical del Evangelio:
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Domingo XVIII, Tiempo Ordinario (ciclo B): 5 de agosto del 2012

*Este es el pan que el Señor les da como alimento (Ex 16,2-15)

*Revístanse del hombre nuevo creado a imagen de Dios (Ef 4,17-24)

*Trabajen por el alimento que dura y da vida eterna (Jn 6,24-35)

 

Jesús al ver el hambre de aquella multitud no permanece indiferente.

Lo primero que hace es enseñarles a ser solidarios: compartir el pan.

Al día siguiente, después de haber estado solo en el monte,

Jesús pasa a la otra orilla del lago de Galilea, a Cafarnaún,

donde enseña a la gente a trabajar por el alimento que da vida eterna.                                                                            

 

Maestro, ¿cuándo llegaste aquí?

*Aquella multitud busca a Jesús pero de una manera equivocada.

Solo quieren que se repita el milagro de la multiplicación de los panes:

Ustedes me buscan porque han comido pan hasta saciarse.

Jesús partiendo de esa búsqueda les muestra un camino diferente:

Trabajen -les dice- no solo por el alimento que se acaba,

sino por el alimento que dura y que les da vida eterna.

Hoy, por ejemplo, durante una fiesta patronal o alguna peregrinación,

hay personas que buscan a Dios quizás por motivos no muy cristianos.

Sin embargo, ¿hacemos algo para purificar esas devociones?

¿Les ofrecemos el alimento que dé sentido pleno a sus vidas,

o nos contentamos con hacer de la religión un negocio (1Tim 6,5)?

*La gente que se muestra abierta a la enseñanza de Jesús le pregunta:

¿Qué debemos hacer para conseguir ese alimento que da vida eterna?

Jesús responde con esta Buena Noticia: Creer en el enviado de Dios.

Creer en Jesús es el tema que atraviesa el Evangelio de Juan:

-A los que reciben a Jesucristo, a los que creen en Él,

les concedió el privilegio de llegar a ser hijos de Dios (1,12).

-A Nicodemo que discretamente va de noche a verle, Jesús le dice:

Tanto amó Dios al mundo, que entregó a su Hijo único,

para que quien cree en Él no muera, sino tenga vida eterna (3,16).

-A los judíos que le persiguen por sanar en día sábado, Jesús les dice:

Quien cree en Aquel que me ha enviado tiene vida eterna (5,24).

-A los fariseos que buscan tomarlo preso, Jesús les dice:

Si no creen que Soy Yo, ustedes morirán en sus pecados (8,24).

-En Betania, Jesús le dice a Marta: Yo soy la resurrección y la vida.

Quien cree en mí, aunque muera vivirá. Y quien vive y cree en mí

no morirá para siempre. ¿Crees esto? Ella contesta: Sí, Señor,

yo creo que tú eres el Mesías, el Hijo de Dios (11,25-26).

-En Jerusalén Jesús anuncia: El que cree en mí, en realidad

no cree en mí, sino en el Padre que me ha enviado (12,42-45).

-A Tomás que exclama: Señor mío y Dios mío, Jesús le dice: Tú crees

porque me has visto, felices los que creen sin haber visto (20,28-29).

 

Señor, danos siempre de ese pan

*Cuando Jesús dice: El pan que Dios da es el que ha bajado del cielo

y da vida al mundo; la gente reacciona con una oración que sale desde

el fondo de sus corazones: Señor, danos siempre de ese pan.

Con esta petición, aquella gente va reconociendo que Jesús alimenta

no solo con el pan de cada día, sino también y, sobre todo, con el pan

que viene del cielo. Luego, Jesús les anuncia esta otra Buena Noticia:

Yo soy el pan que da la vida. Quien viene a mí, nunca tendrá hambre

y quien cree en mí nunca tendrá sed. Es el mismo Jesús quien da vida.

*Yo soy el que soy, es el nombre de Dios revelado a Moisés (Ex 3,14).

Jesús al decir Yo soy está anunciando que Él mismo es Dios, pues:

Él vino para salvarnos, sanó a los enfermos, perdonó a los pecadores.

Según el cuarto evangelio, Jesús dice Yo soy en varias oportunidades:

Yo soy, el que habla contigo (4,26). Yo soy la luz del mundo (8,12).

Comprenderán que Yo soy (8,28). Yo soy la puerta del rebaño (10,7).

Yo soy el buen pastor (10,11). Yo soy la resurrección y la vida (11,25).

Crean que Yo soy (13,19). Yo soy el camino, la verdad y la vida (14,6).

Yo soy la vid verdadera (15,1). Al decir: Yo soy, retrocedieron (18,6).

*Animados por las enseñanzas y obras de Jesús, el Pan que da Vida,

hagamos todo lo posible, por ejemplo, para saciar el hambre material

de las pobres madres solteras que viven sin trabajo y con varios hijos;

y saciar también el hambre que tienen de vida eterna. Todas ellas,

desde su sufrimiento, exclaman: Señor, danos siempre de ese Pan.

Lo mismo podemos decir de una persona alcohólica, desocupada,

sin amigos. Necesita no solo rehabilitación física y trabajo estable,

sino también pan de vida eterna, necesita vivir los valores del Reino:

gracia y santidad, amor y vida, verdad y libertad, justicia y paz.

¿Tiene sentido ‘oír’ Misa entera los domingos y fiestas de precepto,

y después vivir indiferentes y encerrados en nuestros egoísmos?  JCA


 

 

PAN DE VIDA

¿Por qué seguir interesándonos por Jesús después de veinte siglos? ¿Qué podemos esperar de Él? ¿Qué nos puede aportar a los hombres y mujeres de nuestro tiempo? ¿Nos va a resolver acaso los problemas del mundo actual? El Evangelio de Juan habla un diálogo de gran interés, que Jesús mantiene con una muchedumbre a orillas del lago Galilea.

El día anterior han compartido con Jesús una comida sorprendente y gratuita. Han comido pan hasta saciarse. ¿Cómo lo van a dejar marchar? Lo que buscan es que Jesús repita su gesto y los vuelva a alimentar gratis. No piensan en nada más.

Jesús los desconcierta con un planteamiento inesperado: Trabajad, no por el alimento que perece, sino por el que perdura hasta la vida eterna. Pero ¿cómo no preocuparnos por el pan de cada día? El pan es indispensable para vivir. Lo necesitamos y debemos trabajar para que nunca le falte a nadie.

Jesús lo sabe. El pan es lo primero. Sin comer no podemos subsistir. Por eso se preocupa tanto de los hambrientos y mendigos que no reciben de los ricos ni las migajas que caen de su mesa. Por eso maldice a los terratenientes insensatos que almacenan el grano sin pensar en los pobres. Por eso enseña a sus seguidores a pedir cada día al Padre pan para todos sus hijos.

Pero Jesús quiere despertar en ellos un hambre diferente. Les habla de un pan que no sacia solo el hambre de un día, sino el hambre y la sed de vida que hay en el ser humano. No lo hemos de olvidar. En nosotros hay un hambre de justicia para todos, un hambre de libertad, de paz, de verdad. Jesús se presenta como ese Pan que nos viene del Padre, no para hartarnos de comida sino para dar vida al mundo.

Este Pan, venido de Dios, perdura hasta la vida eterna. Los alimentos que comemos cada día nos mantienen vivos durante años, pero llega un momento en que no pueden defendernos de la muerte. Es inútil que sigamos comiendo. No nos pueden dar vida más allá de la muerte.

Jesús se presenta como ese Pan de vida eterna. Cada uno ha de decidir cómo quiere vivir y cómo quiere morir. Pero, creer en Cristo es alimentar en nosotros una fuerza indestructible, empezar a vivir algo que no terminará con nuestra muerte. Seguir a Jesús es entrar en el misterio de la muerte sostenidos por su fuerza resucitadora.

Al escuchar sus palabras, aquellas gentes de Cafarnaún le gritan desde lo hondo de su corazón: Señor, danos siempre de ese pan. Desde nuestra fe vacilante, nosotros no nos atrevemos a pedir algo semejante. Quizás, solo nos preocupa la comida de cada día. Y, a veces, solo la nuestra.

José Antonio Pagola (2012)

 


 

 

EL CORAZÓN DEL CRISTIANISMO

La gente necesita a Jesús y lo busca. Hay algo en Él que los atrae, pero todavía no saben exactamente por qué le buscan ni para qué. Según el evangelista, muchos lo hacen porque el día anterior les ha distribuido pan para saciar su hambre.

Jesús comienza a conversar con ellos. Hay cosas que conviene aclarar desde el principio. El pan material es muy importante. Él mismo les ha enseñado a pedir a Dios el pan de cada día para todos. Pero el ser humano necesita algo más. Jesús quiere ofrecerles un alimento que puede saciar para siempre su hambre de vida.

La gente intuye que Jesús les está abriendo un horizonte nuevo, pero no saben qué hacer, ni por dónde empezar. El evangelista resume sus interrogantes con estas palabras: y ¿qué obras tenemos que hacer para trabajar en lo que Dios quiere? Hay en ellos un deseo sincero de acertar. Quieren trabajar en lo que Dios quiere, pero, acostumbrados a pensarlo todo desde la Ley, preguntan a Jesús qué obras, prácticas y observancias nuevas tienen que tener en cuenta.

La respuesta de Jesús toca el corazón del cristianismo: La obra (¡en singular!) de Dios consiste en que creáis en aquel que Él ha enviado. Dios solo quiere que crean en Jesucristo pues es el gran regalo que Él ha enviado al mundo. Ésta es la nueva exigencia. En esto han de trabajar. Lo demás es secundario.

Después de veinte siglos de cristianismo, ¿no necesitamos descubrir de nuevo que toda la fuerza y la originalidad de la Iglesia está en creer en Jesucristo y seguirlo? ¿No necesitamos pasar de la actitud de adeptos de una religión de ‘creencias’ y de ‘prácticas’ a vivir como discípulos de Jesús?

La fe cristiana no consiste primordialmente en ir cumpliendo correctamente un código de prácticas y observancias nuevas, superiores a las del Antiguo Testamento. No. La identidad cristiana está en aprender a vivir un estilo de vida que nace de la relación viva y confiada en Jesús el Cristo. Nos vamos haciendo cristianos en la medida en que aprendemos a pensar, sentir, amar, trabajar, sufrir y vivir como Jesús.

Ser cristiano exige hoy una experiencia de Jesús y una identificación con su proyecto que no se requería hace unos años para ser un buen practicante. Para subsistir en medio de la sociedad laica, las comunidades cristianas necesitan cuidar más que  nunca la adhesión y el contacto vital con Jesús el Cristo.     J. A. Pagola (2009)

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