Domingo XVI, Tiempo Ordinario, ciclo B: 19 de julio del 2015
Jer 23,1-6 - Ef 2,13-18 - Mc 6,30-34
AL VERLOS, JESÚS SE COMPADECE
En el Evangelio de hoy, dos grupos se reúnen con Jesús:
-Los doce apóstoles que acaban de volver de la misión,
a ellos Jesús les dice: Vengan ustedes solos a descansar un poco.
-Unas cinco mil personas que andan como ovejas sin pastor. Jesús
se compadece y les alimenta con su Palabra y con el pan compartido.
Vengan a descansar un poco
Después de enseñar y sanar en la sinagoga de Cafarnaún… sanar
a la suegra de Pedro…y sanar a muchos enfermos que habían acudido;
Jesús se va solo al ‘desierto’ a orar, para evitar todo triunfalismo, pues
su fama se divulgó rápidamente y todos le buscaban (Mc 1,21-39).
Desde esta experiencia, Jesús quiere que sus seguidores -de todos
los tiempos- busquen primero el Reino de Dios y su justicia,
dejando de lado aspiraciones mundanas de poder, fama, títulos…
Por eso, cuando vuelven los apóstoles después de predicar y sanar,
Jesús los lleva al ‘desierto’ a un lugar tranquilo a descansar un poco;
a reflexionar -en el silencio- que todo discípulo es un simple servidor.
Hoy, muchos vivimos: ahogados en un activismo deshumanizador,
sometidos a fríos cálculos económicos, obligados a vegetar sin rumbo:
Lo que más me sorprende del hombre occidental,
es que pierden la salud para ganar dinero,
después pierden el dinero para recuperar la salud.
Y por pensar ansiosamente en el futuro no disfrutan el presente,
por lo que no viven ni el presente ni el futuro.
Y viven como si no tuviesen que morir nunca,
y mueren como si nunca hubieran vivido (Dalai Lama).
Muy diferente si buscamos tiempo para meditar y encontrarnos:
-con nosotros mismos, convertirnos, creer y practicar el Evangelio;
-con los demás, preferentemente con los pobres cada vez más pobres;
-con nuestra madre tierra, que nos sustenta y produce diversos frutos;
-con Dios, amigo de la vida, defensor de los oprimidos.
Andan como ovejas sin pastor
Si caminamos, como Jesús, por pueblos y ciudades de nuestro país,
vamos a encontrar una inmensa multitud de niños, jóvenes y adultos
que sufren el peso intolerable de la miseria, de la exclusión social, son
tratados como objetos desechables y sobrantes; son ovejas sin pastor.
Sin embargo, todos ellos son personas con rostros muy concretos,
en los que deberíamos reconocer los rasgos sufrientes de Cristo:
-Son niños abandonados por sus padres: huérfanos de padres vivos,
golpeados por la pobreza y explotados cuando encuentran trabajo…
-Son jóvenes desorientados por no encontrar un lugar en la sociedad,
frustrados por falta de oportunidades de capacitación y ocupación…
-Son campesinos e indígenas privados de la tierra donde nacieron,
porque sin su consentimiento sus tierras pertenecen a los poderosos…
-Son obreros que, generalmente, sobreviven con salarios de hambre,
obligados -ellos y sus familiares- a caminar con austeridad,
y con dificultades para organizarse y defender sus derechos…
-Son desempleados y sub-empleados sometidos a fríos cálculos
del sistema económico neocolonialista, para que otros vivan mejor…
-Son marginados y hacinados urbanos que viven en la miseria,
frente a la ostentación de riqueza de ciertos grupos privilegiados…
-Son ancianos, cada día más numerosos, marginados de la sociedad
del progreso que prescinde de las personas que no producen…
(Puebla, n.32-39. Santo Domingo, n.178. Aparecida, n.65 y 402).
Ante estos desafíos, los cristianos y personas de buena voluntad
debemos ver con un corazón compasivo y actuar dando vida:
El futuro de la humanidad no está únicamente en manos
de los grandes dirigentes, las grandes potencias y las elites.
Está fundamentalmente en manos de los pueblos,
en su capacidad de organizarse y también en sus manos que riegan
con humildad y convicción este proceso de cambio. Los acompaño.
Y cada uno, repitámonos desde el corazón: ninguna familia
sin vivienda, ningún campesino sin tierra, ningún trabajador
sin derechos, ningún pueblo sin soberanía, ninguna persona
sin dignidad, ningún niño sin infancia, ningún joven sin posibilidades,
ningún anciano sin una venerable vejez.
Sigan con su lucha y, por favor, cuiden mucho a la madre tierra.
(Papa Francisco, en Santa Cruz, Bolivia, 9 julio 2015).
J. Castillo A.
LA MIRADA DE JESÚS
Marcos describe con todo detalle la situación. Jesús se dirige en barca con sus discípulos hacia un lugar tranquilo y retirado. Quiere escucharles con calma, pues han vuelto cansados de su primera correría evangelizadora y desean compartir su experiencia con el Profeta que los ha enviado.
El propósito de Jesús queda frustrado. La gente descubre su intención y se les adelanta corriendo por la orilla. Cuando llegan al lugar, se encuentran con una multitud venida de todas las aldeas del entorno. ¿Cómo reaccionará Jesús?
Marcos describe gráficamente su actuación: los discípulos han de aprender cómo han de tratar a la gente; en las comunidades cristianas se ha de recordar cómo era Jesús con esas personas perdidas en el anonimato, de las que nadie se preocupa. Al desembarcar, Jesús vio la multitud, se conmovió porque andaban como ovejas sin pastor, y se puso a enseñarles con calma.
Lo primero que destaca el evangelista es la mirada de Jesús. No se irrita porque han interrumpido sus planes. Los mira detenidamente y se conmueve. Nunca le molesta la gente. Su corazón intuye la desorientación y el abandono en que se encuentran los campesinos de aquellas aldeas.
En la Iglesia hemos de aprender a mirar a la gente como la miraba Jesús: captando el sufrimiento, la soledad, el desconcierto o el abandono que sufren muchos y muchas. La compasión no brota de la atención a las normas o el recuerdo de nuestras obligaciones. Se despierta en nosotros cuando miramos atentamente a los que sufren.
Desde esa mirada Jesús descubre la necesidad más profunda de aquellas gentes: andan como ovejas sin pastor. La enseñanza que reciben de los maestros y letrados de la ley no les ofrece el alimento que necesitan. Viven sin que nadie cuide realmente de ellas. No tienen un pastor que las guíe y las defienda.
Movido por su compasión, Jesús se pone a enseñarles con calma. Sin prisas, se dedica pacientemente a enseñarles la Buena Noticia de Dios y su proyecto humanizador del Reino. No lo hace por obligación. No piensa en sí mismo. Les comunica la Palabra de Dios, conmovido por la necesidad que tienen de un pastor.
No podemos permanecer indiferentes ante tanta gente que, dentro de nuestras comunidades cristianas, anda buscando un alimento más sólido que el que recibe. No hemos de aceptar como normal la desorientación religiosa dentro de la Iglesia. Hemos de reaccionar de manera lúcida y responsable. No pocos cristianos buscan ser mejor alimentados. Necesitan pastores que les transmitan la enseñanza de Jesús.
José Antonio Pagola (2012)