Viernes, 19 de Abril del 2024
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3º Domingo de Pascua, ciclo A: 26 de abril del 2020
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QUÉDATE CON NOSOTROS

   Aquel domingo, dos seguidores de Jesús van al pueblo de Emaús,

tristes por la muerte del Profeta, crucificado como un malhechor.

Pero después, se levantan y vuelven a Jerusalén. ¿Qué ha sucedido?

Gracias al encuentro con el Resucitado, ellos han sido reconciliados.

  

Esperábamos que Él fuera el futuro liberador de Israel

   Dos discípulos, temerosos de morir como Jesús, dejan Jerusalén,

y también abandonan la comunidad que el Nazareno ha formado,

pues herido mortalmente el pastor, las ovejas se dispersan (Mc 14,27).

Mientras se alejan, el mismo Jesús se acerca y camina con ellos,

pero son incapaces de reconocerlo, lo confunden con un forastero.

   Para reconciliarlos, Jesús se interesa por lo que van conversando,

les pregunta y escucha con paciencia la idea que tienen de Él.

Ellos reconocen que Jesús es un Profeta poderoso en obras y palabras,

además, esperaban que Él libraría a su nación de la esclavitud romana.

Pero, los dirigentes religiosos lo condenaron a una dolorosa muerte.

   Hoy, ya no son dos, son miles los emigrantes y forasteros, quienes,

para salvar sus vidas, abandonan la tierra que los vio nacer,

y se arriesgan a cruzar: desiertos… mares… muros alambrados…

¿Hasta cuándo las riquezas naturales de África y de América Latina,

serán devoradas por las empresas transnacionales de los países ricos?

    Ojalá, los responsables del capitalismo salvaje oigan lo que dijo

el Papa Francisco en la Audiencia General (2 de marzo del 2016):

Pienso en algunos bienhechores de la Iglesia que vienen

con su limosna: “Tome para la Iglesia este donativo” que es fruto

de la sangre de mucha gente explotada, maltratada y esclavizada

con el trabajo mal pagado. A esta gente le digo: “Por favor, llévate

tu cheque, quémalo”. El pueblo de Dios, es decir la Iglesia,

no necesita dinero sucio, necesita corazones abiertos

a la misericordia de Dios. Hay que acercarse a Dios con manos

purificadas, evitando el mal y practicando el bien y la justicia.

Reconocen a Jesús al compartir el pan

   Mientras caminan, Jesús continúa el proceso de reconciliación,

y sana sus corazones a partir de la Sagrada Escritura, diciéndoles:

¡Cómo les cuesta creer lo que han anunciado los profetas!

Luego, les explica todo lo que Moisés y los profetas dijeron sobre Él.

Hoy, al predicar el Evangelio, ¿arden los corazones de los fieles?

   Cerca de la aldea de Emaús, Jesús hace ademán de seguir adelante,

pero ellos le retienen diciendo: Quédate con nosotros, ya es tarde.

Ambos discípulos sienten la necesidad de estar con Él. De inmediato,

acogen al Forastero y le invitan a compartir la misma mesa.

Jesús toma el pan, pronuncia la bendición, lo parte y se lo da.

Enseguida, se les abren los ojos y reconocen a Jesús. Es inseparable:

la Palabra… la Comunión… y el trato con la Persona de Jesús.

   Ya reconciliados, asumen de otra forma las ilusiones y temores

que han tenido… y actúan -en delante- de un modo diferente.

Ellos que han huido de Jerusalén y han abandonado a sus compañeros,

se levantan y vuelven para compartir esta Buena Noticia.

   Actualmente, las personas que dejan la capital, por falta de trabajo,

y caminan para volver a sus pueblos… ¿qué comen?, ¿dónde duermen?

Ojalá las enseñanzas de Jesús haga arder nuestros corazones,

para acoger a sus hermanos forasteros y compartir con ellos:

un pedazo de pan y un vaso de agua (Mt 25,35ss). Al respecto,

según el texto de Lucas, Jesús come con toda clase de personas:

*En Galilea: -come con pecadores en la casa de Mateo (Lucas, 5,29),

-en la casa del fariseo Simón, una pecadora le lava los pies (7,36ss),

-en Betsaida, durante la multiplicación de los panes (9,12ss).

*En el camino a Jerusalén: -en la casa de Marta y María (10,38ss),

-en la casa de un fariseo cumplidor de tradiciones humanas (11,37ss),

-en la casa de otro fariseo importante, un sábado (14,1ss),

-en la casa de Zaqueo, jefe de los cobradores de impuesto (19,1ss).

*En Jerusalén: -durante la celebración de la cena Pascual (22,7ss),

-en la casa de los dos discípulos de Emaús (texto de hoy),

-en la casa donde se llevó a cabo la cena Pascual (24,36ss).

   Sobre la Iglesia doméstica, S. Juan Crisóstomo (349-407) nos dice:

Vuelto a tu casa prepara dos mesas: una de los alimentos,

y la otra de la Sagrada Escritura para que tus hijos la escuchen.

De esta manera harás de tu casa una iglesia doméstica. J. Castillo A

 

ACOGER LA FUERZA DEL EVANGELIO

   Dos discípulos de Jesús se van alejando de Jerusalén. Caminan tristes y desolados. En su corazón se ha apagado la esperanza que habían puesto en Jesús, cuando lo han visto morir en la cruz. Sin embargo, continúan pensando en Él. No lo pueden olvidar. ¿Habrá sido todo una ilusión?

   Mientras conversan y discuten de todo lo vivido, Jesús se acerca y se pone a caminar con ellos. Sin embargo, los discípulos no lo reconocen. Aquel Jesús en el que tanto habían confiado y al que habían amado tal vez con pasión, les parece ahora un caminante extraño.

   Jesús se une a su conversación. Los caminantes lo escuchan primero sorprendidos, pero poco a poco algo se va despertando en su corazón. No saben exactamente qué. Más tarde dirán: ¿No estaba ardiendo nuestro corazón mientras nos hablaba por el camino?

   Los caminantes se sienten atraídos por las palabras de Jesús. Llega un momento en que necesitan su compañía. No quieren dejarlo marchar: Quédate con nosotros. Durante la cena, se les abrirán los ojos y lo reconocerán. Este es el primer mensaje del relato: Cuando acogemos a Jesús como compañero de camino, sus palabras pueden despertar en nosotros la esperanza perdida.

   Durante estos años, muchas personas han perdido su confianza en Jesús. Poco a poco, se les ha convertido en un personaje extraño e irreconocible. Todo lo que saben de Él es lo que pueden reconstruir, de manera parcial y fragmentaria, a partir de lo que han escuchado a predicadores y catequistas.

   Sin duda, la homilía de los domingos cumple una tarea insustituible, pero resulta claramente insuficiente para que las personas de hoy puedan entrar en contacto directo y vivo con el Evangelio. Tal como se lleva a cabo, ante un pueblo que ha de permanecer mudo, sin exponer sus inquietudes, interrogantes y problemas, es difícil que logre regenerar la fe vacilante de tantas personas que buscan, a veces sin saberlo, encontrarse con Jesús.

   ¿No ha llegado el momento de instaurar, fuera del contexto de la liturgia dominical, un espacio nuevo y diferente para escuchar juntos el Evangelio de Jesús? ¿Por qué no reunirnos laicos y presbíteros, mujeres y hombres, cristianos convencidos y personas que se interesan por la fe, a escuchar, compartir, dialogar y acoger el Evangelio de Jesús?

   Hemos de dar al Evangelio la oportunidad de entrar con toda su fuerza transformadora en contacto directo e inmediato con los problemas, crisis, miedos y esperanzas de la gente de hoy. Pronto será demasiado tarde para recuperar entre nosotros la frescura original del Evangelio.

José Antonio Pagola (2014)

 

 

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