Sábado, 20 de Abril del 2024
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3º DOMINGO DE CUARESMA, CICLO B: 7 DE MARZO DEL 2021
arzobispadodehuancayo.org/?idt=12&id=5966&web=JES%EF%BF%BDS,-FUENTE-DE-VIDA

 


*Yo soy el Señor, tu Dios, que te saqué de la esclavitud (Ex 20,1-17)

*Cristo crucificado es fuerza y sabiduría de Dios (1Cor 1,22-25)

*Destruyan este Templo y yo lo reedificaré en tres días (Jn 2,13-25)

 

JESÚS  VA  A  JERUSALÉN

   En una casa de Caná de Galilea, Jesús realiza su primer signo,

manifiesta su gloria, y sus discípulos creen en Él (Jn 2,1-12).

   Muy diferente lo que Jesús encuentra en el templo de Jerusalén,

la Casa del Padre es en un mercado, a Dios se compra con dinero.

Ese templo será destruido, no quedará piedra sobre piedra (Mc 13,2).

El nuevo Templo es Jesús que muere y resucita al tercer día.

 


En el Templo, Jesús expulsa a los negociantes

   La fiesta principal del pueblo judío es la Pascua del Señor,

recordando su liberación de la esclavitud de Egipto (Ex 12,1ss).

Al llegar a Jerusalén, Jesús ve que el templo no es la Casa del Padre,

sino un mercado de animales… un lugar para cambiar dinero…

un edificio lujoso para oprimir y explotar al pueblo creyente.

   Jesús reacciona indignado contra ese nuevo becerro de oro (Ex 32),

y declara públicamente: la Casa de mi Padre no es un mercado.

   Hagamos, hoy, un examen de conciencia a nivel personal y eclesial:

*¿Hemos superado el sistema de aranceles que es mal visto,

desligándolo de la administración de los sacramentos? (Medellín,14).

*¿Se celebra Misa, sobre todo, por las intenciones de los necesitados,  

aunque no se reciba ningún estipendio? (CIC, canon 945,2).

*Al realizar alguna ceremonia religiosa, ¿evitamos la más pequeña

apariencia de negocio o comercio? (Cn. 947 y 1385).

   En la homilía (21 de noviembre 2014), el Papa Francisco nos dice:

Hay dos cosas que el pueblo de Dios no puede perdonar:

un sacerdote apegado al dinero, y un sacerdote que maltrata

a la gente (…). Cuántas veces vemos que al entrar en una iglesia,

aun hoy, está la lista de los precios: bautismo, tanto; bendición,

tanto; intenciones de misa, tanto... Y el pueblo se escandaliza (…).

Si veo que en mi parroquia se hace esto, debo tener el valor

de decirle en la cara al párroco,

de lo contrario la gente sufre ese escándalo.

 


Destruyan este Templo y yo lo reedificaré en tres días

   Ante los gestos audaces de Jesús, los sumos sacerdotes reaccionan,

pues sus enormes ganancias económicas corren peligro.

De inmediato, le piden a Jesús una señal que justifique sus acciones.

Jesús les dice: Destruyan este Templo y yo en tres días lo reedificaré.

Ellos piensan que se trata del templo material construido por Herodes,

pero Él habla de su propia persona, de su muerte y resurrección.

   Más tarde, Jesús dice a la Samaritana: Créeme, mujer, llega la hora

en que ni en esta montaña ni en Jerusalén se adorará al Padre (…).

Ha llegado la hora, en la que los verdaderos adoradores

adorarán al Padre en Espíritu y en Verdad (Jn 4,19-26).  

   Al ver la indignación de Jesús, sus discípulos se acuerdan

que la Escritura dice: El celo de tu casa me consume (Sal 69,10).

Por eso, cuando Jesús resucita, ellos comprenden lo que dijo,

y creen en la Escritura y en las palabras de Jesús.

   Para creer en Jesús, en su Mensaje y obras; meditemos en este texto:

No se engañen diciendo templo del Señor (…). Si cambian su conducta

y acciones, si juzgan rectamente, si no oprimen al forastero,

al huérfano y a la viuda, si no derraman sangre inocente este lugar,

si no siguen a dioses extraños (…) yo habitaré en este lugar (…).

¿Creen que este templo (…) es una cueva de bandidos? (Jer 7,4-11).

   Para encontrar a Jesús, hay que buscarle en sus hermanos pobres,

desfigurados por el hambre y la sed, por la desnudez  y la enfermedad.

   Refiriéndose al templo S. Pablo escribe: ¿No saben que son templos

de Dios y que el Espíritu de Dios habita en ustedes?

Si alguno destruye el templo de Dios, Dios lo destruirá a él; porque

el templo de Dios, que son ustedes, es sagrado (1Cor 3,16s).

   No basta ingresar a una iglesia parroquial para: rezar, confesarse,

“Oír Misa entera”, cantar, aplaudir, comulgar, dar limosna…

Hace falta: seguir a Jesús, escuchar y practicar sus enseñanzas.

   Nadie está excluido del nuevo Templo que es Jesús. Pueden

entrar: pecadores, paganos, necesitados de amor y de vida plena.

   En la Encíclica “Preocupación Social de la Iglesia” (n.31), se dice:

Ante los casos de necesidad, no se debe dar preferencia

a los adornos superfluos de los templos

y a los objetos preciosos del culto divino;

al contrario, podría ser obligatorio vender esos bienes

para dar pan, agua, vestido, casa a quien carece de ello.   J. Castillo

 


LA INDIGNACIÓN DE JESÚS

   Acompañado de sus discípulos, Jesús sube por primera vez a Jerusalén para celebrar las fiestas de Pascua. Al asomarse al recinto que rodea el Templo, se encuentra con un espectáculo inesperado. Vendedores de bueyes, ovejas y palomas ofreciendo a los peregrinos los animales que necesitan para sacrificarlos en honor a Dios. Cambistas instalados en sus mesas, traficando con el cambio de monedas paganas por la única moneda oficial aceptada por los sacerdotes.

   Jesús se llena de indignación. El narrador describe su reacción de manera muy gráfica: con un látigo saca del recinto sagrado a los animales, vuelca las mesas de los cambistas, echando por tierra sus monedas, y grita: No convirtáis en un mercado la casa de mi Padre.

   Jesús se siente como un extraño en aquel lugar. Lo que ven sus ojos nada tiene que ver con el verdadero culto a su Padre. La religión del Templo se ha convertido en un negocio donde los sacerdotes buscan buenos ingresos y donde los peregrinos tratan de “comprar” a Dios con sus ofrendas. Jesús recuerda seguramente unas palabras del profeta Oseas, que repetirá más de una vez a lo largo de su vida: Así dice Dios: Yo quiero amor y no sacrificios.

   Aquel Templo no es la casa de un Dios Padre en la que todos se acogen mutuamente como hermanos y hermanas. Jesús no puede ver allí esa “familia de Dios” que quiere ir formando con sus seguidores. Aquello no es sino un mercado donde cada uno busca su negocio.

   No pensemos que Jesús está condenando una religión primitiva, poco evolucionada. Su crítica es más profunda. Dios no puede ser el protector y encubridor de una religión tejida de intereses y egoísmos. Dios es un Padre al que solo se da culto trabajando por una comunidad más humana, solidaria y fraterna.

   Casi sin darnos cuenta, todos nos podemos convertir en vendedores y cambistas que no saben vivir sino buscando su propio interés. Estamos convirtiendo el mundo en un gran mercado donde todo se compra y se vende, y corremos el riesgo de vivir incluso la relación con Dios de manera mercantil.

   Hemos de hacer de nuestras comunidades cristianas un espacio donde todos nos podamos sentir en la casa del Padre. Una casa acogedora y cálida donde a nadie se le cierran las puertas, donde a nadie se excluye ni discrimina. Una casa donde aprendemos a escuchar el sufrimiento de los hijos más desvalidos de Dios y no solo nuestro propio interés. Una casa donde podemos invocar a Dios como Padre porque nos sentimos sus hijos e hijas, y buscamos vivir como hermanos y hermanas.                 

José Antonio Pagola (2012)

 

Para ingresar al resumen de la homilía del Papa Francisco, haga clic:

https://w2.vatican.va/content/francesco/es/cotidie/2014/documents/papa-francesco_20141121_escandalo-pueblo.html

 

 

 

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