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LOS CRUCIFICADOS DE LA TIERRA
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Jesucristo, Rey del Universo (ciclo C): 24 noviembre 2013

2Sam 5,1-3  -  Col 1,12-20  -  Lc 23,35-43

 

LOS CRUCIFICADOS DE LA TIERRA

 

Hoy, fiesta de Jesucristo Rey, el Evangelio nos habla de Jesús

coronado de espinas y que reina desde la cruz y no desde el poder.

Para heredar el Reino de Jesús, debemos ser compasivos y ayudar:

a los que tienen hambre y sed… a los emigrantes y desnudos…

a los enfermos y encarcelados… Todos ellos son hermanos de Jesús.

 

El pueblo mira a Jesús y las autoridades se burlan de Él

Los enemigos de Jesús consiguen condenarlo a morir crucificado.

Como siempre, las autoridades corruptas recurren a estas terribles

ejecuciones para reafirmar su poder y meter miedo en el pueblo.

En este ambiente de violencia, el evangelista Lucas dice que mientras

las autoridades se burlan de  Jesús, el pueblo está allí mirando.

*Las autoridades se burlan de Jesús y dicen: Si ha salvado a otros,

que se salve a sí mismo, si de veras es el Ungido de Dios y su Elegido.

Aceptar que Él es el Elegido de Dios dependerá de un nuevo milagro,

que elimine su dolor y cambie su destino en estos últimos instantes.

Las autoridades denunciadas por Jesús celebran una aparente victoria.

¿Será la muerte el final o, más bien, el comienzo de una vida nueva?

*También los soldados se burlan de Él. Ofrecen a Jesús vinagre

para prolongar su agonía y sufrimiento. Y como hay un letrero:

Éste es el Rey de los judíos, dicen: Si tú eres Rey, sálvate a ti mismo.

No entienden que Jesús es Rey pero no como los reyes de este mundo.

Sin embargo, el centurión dice: Realmente este hombre es inocente.

*Uno de los malhechores le insulta diciendo: ¿No eres tú el Cristo?

Sálvate a ti mismo y a nosotros. Quizás estas palabras expresan el

fracaso de quien luchó contra el imperio romano por caminos errados. 

El pueblo está mirando. De este pueblo se dice que estaba pendiente

de las enseñanzas de Jesús… que le había acompañado a Jerusalén…

y que le sigue hasta el calvario, llorando y se lamentándose de Él

Ahora al verlo morir, este pueblo se vuelve dándose golpes de pecho.

 

Jesús, acuérdate de mí cuando llegues a tu Reino

Frente a todos esos insultos y burlas, Jesús guarda silencio…

Entre tanto, surge la voz del otro malhechor quien, después

de reprender a su compañero, da testimonio de la inocencia de Jesús

y le suplica: Jesús, acuérdate de mí cuando llegues a tu Reino.

Jesús le contesta: Te aseguro que hoy estarás conmigo en el paraíso.

Este es el último diálogo de Jesús antes de morir. Y lo hace con un

malhechor, despreciado y excluido por los poderosos de este mundo.

Este diálogo es resumen de la vida de Jesús que pasó por esta tierra

haciendo el bien y ayudando a los necesitados. Ningún sufrimiento

humano le es ajeno. Acoge y come con publicanos y pecadores.

Se identifica con los pequeños. Y da su vida por nosotros sus amigos.

En nuestros días, la súplica: Acuérdate de mí, es también el grito:

-de hombres y mujeres -del campo y de la ciudad- que tienen hambre

  y siguen pidiendo:  Danos hoy nuestro pan de cada día

-de los trabajadores explotados, de los subempleados y desocupados

  que viven angustiados con hambre y sed de justicia

-de los emigrantes, desplazados y refugiados, cuando son despojados 

  de la tierra donde nacieron por causas económicas y políticas…

-de los que están desnudos, mientras ciertos ‘devotos’ dan preferencia

  a los adornos superfluos y a los objetos preciosos del culto divino…

-de los enfermos abandonados a lo largo y ancho de nuestra patria…

-de los encarcelados que viven en condiciones inhumanas… (Mt 25).

¿Nos compadecemos de todos ellos ayudándoles o los abandonamos?

Hoy estarás conmigo que Jesús dice al malhechor es un hoy salvífico:

-El ángel del Señor anuncia a los pastores esta Buena Noticia:

  Hoy, en Belén, ha nacido para ustedes el Salvador (Lc 2).

-En la sinagoga de Nazaret, Jesús asegura que las palabras de Isaías

 se cumplen hoy en su persona, pues Él ha sido ungido para anunciar

 la Buena Noticia a los pobres y dar libertad a los oprimidos (Lc 4).

-Después de sanar a un paralítico, todos asombrados dan gloria a Dios

 y exclaman: Hoy hemos visto cosas increíbles (Lc 5).

-Zaqueo que desea ver a Jesús, lo recibe muy contento en su casa.

 Luego se levanta y dice: Señor, la mitad de mis bienes se la doy

 a los pobres, y a quien le he robado le devolveré cuatro veces más.

 Entonces Jesús le dice: Hoy ha llegado la salvación a esta casa, pues

 el Hijo del hombre vino a buscar y salvar lo perdido (Lc 19).   

J. Castillo A.

ACUERDATE DE MÍ

               

            Según el relato de Lucas, Jesús ha agonizado en medio de las burlas y desprecios de quienes le rodean. Nadie parece haber entendido su vida. Nadie parece haber captado su entrega a los que sufren ni su perdón a los culpables. Nadie ha visto en su rostro la mirada compasiva de Dios. Nadie parece ahora intuir en aquella muerte misterio alguno.

            Las autoridades religiosas se burlan de Él con gestos despectivos: ha pretendido salvar a otros; que se salve ahora a sí mismo. Si es el Mesías de Dios, el ‘Elegido’ por Él, ya vendrá Dios en su defensa.

            También los soldados se suman a las burlas. Ellos no creen en ningún Enviado de Dios. Se ríen del letrero que Pilatos ha mandado colocar en la cruz: Este es el rey de los judíos. Es absurdo que alguien pueda reinar sin poder. Que demuestre su fuerza salvándose a sí mismo.

            Jesús permanece callado, pero no desciende de la cruz. ¿Qué haríamos nosotros si el Enviado de Dios buscara su propia salvación escapando de esa cruz que lo une para siempre a todos los crucificados de la historia? ¿Cómo podríamos creer en un Dios que nos abandonara para siempre a nuestra suerte?

            De pronto, en medio de tantas burlas y desprecios, una sorprendente invocación: Jesús, acuérdate de mí cuando llegues a tu reino. No es un discípulo ni un seguidor de Jesús. Es uno de los dos delincuentes crucificados junto a Él. Lucas lo propone como un ejemplo admirable de fe en el Crucificado.

            Este hombre, a punto de morir ajusticiado, sabe que Jesús es un hombre inocente, que no ha hecho más que bien a todos. Intuye en su vida un misterio que a él se le escapa, pero está convencido de que Jesús no va a ser derrotado por la muerte. De su corazón nace una súplica. Solo pide a Jesús que no lo olvide: algo podrá hacer por él.

            Jesús le responde de inmediato: Hoy estarás conmigo en el paraíso. Ahora están los dos unidos en la angustia y la impotencia, pero Jesús lo acoge como compañero inseparable. Morirán crucificados, pero entrarán juntos en el misterio de Dios.

            En medio de la sociedad descreída de nuestros días, no pocos viven desconcertados. No saben si creen o no creen. Casi sin saberlo, llevan en su corazón una fe pequeña y frágil. A veces, sin saber por qué ni cómo, agobiados por el peso de la vida, invocan a Jesús a su manera. ‘Jesús, acuérdate de mí’ y Jesús los escucha: ‘Tú estarás siempre conmigo’. Dios tiene sus caminos para encontrarse con cada persona y no siempre pasan por donde le indican los teólogos. Lo decisivo es tener un corazón que escucha la propia conciencia.   José Antonio Pagola (2013)

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