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ESTÉN PREPARADOS
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I Domingo de Adviento, (ciclo A): 1 diciembre 2013

Is 2,1-5  -  Rom 13,11-14  -  Mt 24,37-44

 

ESTÉN PREPARADOS

 

Ante tanto bombardeo publicitario ‘prenavideño’ que ya empezó,

los seguidores de Jesús debemos remar contra corriente, para no caer

en la trampa del consumismo que esclaviza y deshumaniza.

Tengamos presente que Adviento es un tiempo especial para estar:

despiertos, vigilantes, preparados… y así acoger a Jesús que ya vino,

y que sigue viniendo en sus hermanos más pequeños y postergados.

 

Sucederá como en los días de Noé

Según el evangelista Mateo, Jesús está en el monte de los Olivos,

enseñando a sus discípulos sobre el fin de la historia humana;

concretamente sobre el fin de un mundo injusto que no respeta la vida.

Y les hablaba de Noé… ¿Qué había sucedido en los días de Noé?

La narración del ‘diluvio’ tiene un mensaje religioso para ilustrar

que los males de la tierra es responsabilidad de los seres humanos:

El Señor vio que en la tierra crecía la maldad de los hombres,

y que todos sus proyectos tendían siempre hacia el mal

La tierra estaba corrompida y llena de crímenes… (Gen 6,5-12).

¿Algo semejante no estará sucediendo en nuestra sociedad?

A nivel mundial cada minuto se gasta 3 millones de dólares en armas,

y cada minuto mueren 15 niños por hambre o enfermedades curables.

¿Llegará el día en que los responsables de esta carrera armamentista,

harán arados de sus espadas, y hoces de sus lanzas? (1ra. Lectura).

Ojalá también oigamos la sabiduría de nuestros pueblos originarios:

Cuando hayan cortado el último árbol de nuestros bosques,

cuando hayan matado el último animal de nuestros campos,

cuando hayan destruido nuestras lagunas y contaminado el último río,

el oro, la plata, el cobre… que amontonaron con tanta codicia,

no servirá para comer ni beber… pero ya será demasiado tarde.

¿Es caso aislado el desastre que ha golpeado últimamente a Filipinas,

o es consecuencia también de la destrucción de la Madre Tierra? 

 

El Hijo del hombre llegará cuando menos lo esperen

Jesús sigue enseñando a sus discípulos: Estén ustedes preparados,

porque el Hijo del hombre llegará cuando menos lo esperen.

La venida del Señor Jesús no debe ser motivo de miedo o temor.

Todo lo contrario, se trata de un Amigo que viene a darnos vida plena.

*Jesús ya vino y su nombre significa: Dios salva (Mt 1,21).

Él se hizo persona humana y puso su morada en medio de nosotros.

Sin embargo siendo aún niño, Herodes lo busca para matarlo.

Más tarde, en Nazaret, sus paisanos intentan arrojarlo a un abismo.

Ciertamente, ningún profeta es bien acogido en su propia tierra.

*Jesús es el Emmanuel, que significa Dios con nosotros (Mt 1,23).

-Hablando sobre la reconciliación Jesús nos dice: Donde  dos o tres

se reúnen en mi nombre, yo estoy allí en medio de ellos (Mt 18,20).

-Cada vez que celebramos la Eucaristía Jesús está con nosotros, 

pues su Cuerpo es verdadera comida y su Sangre es verdadera bebida.

Escuchemos al Papa Francisco: La Eucaristía no es un premio para

los perfectos sino un generoso remedio y un alimento para los débiles.

-Por eso, siguiendo las enseñanzas y los gestos audaces de Jesús:

que nuestras manos comparten generosamente el pan de cada día,

que nuestros brazos estén abiertos para acoger al hermano necesitado,

que nuestros pies se detengan para ayudar a los abandonados,

que nuestros ojos estén abiertos para ver la opresión de los que sufren,

que nuestros oídos escuchen las súplicas de los más necesitados,

que nuestros corazones crezcan amando siempre con miseri-cordia

Solo así Jesús está con nosotros, hasta el fin del mundo (Mt 28,20).

*Jesús, el Hijo del hombre, vendrá cuando menos lo esperen.

Jesús vendrá no para juzgar ni condenar, sino solo para separar,

como hace el pastor que separa las ovejas de los cabritos.

Cada uno se juzga por lo que hace o deja de hacer con los que sufren:

hambre, sed, desnudez, enfermedad, prisión, o por ser emigrantes…

Quienes alivian el sufrimiento de estas personas olvidadas por todos,

escucharán a Jesús que les dirá:  Vengan, benditos de mi Padre

En cambio, los egoístas que viven indiferentes ante tanto sufrimiento,

escucharán al mismo Jesús que les dirá: Apártense de mí

¿Por qué es tan decisivo ayudar, hoy, a las personas necesitadas?

Porque aliviando su sufrimiento lo estamos haciendo al mismo Jesús,

pues los pequeños e insignificantes son sus hermanos (Mt 25). 

J. Castillo A.

CON LOS OJOS ABIERTOS

               

            Las primeras comunidades cristianas vivieron años muy difíciles. Perdidos en el vasto Imperio de Roma, en medio de conflictos y persecuciones, aquellos cristianos buscaban fuerza y aliento esperando la pronta venida de Jesús y recordando sus palabras: Vigilad. Vivid despiertos. Tened los ojos abiertos. Estad alerta.

            ¿Significan todavía algo para nosotros las llamadas de Jesús a vivir despiertos? ¿Qué es hoy para los cristianos poner nuestra esperanza en Dios viviendo con los ojos abiertos? ¿Dejaremos que se agote definitivamente en nuestro mundo secular la esperanza en una última justicia de Dios para esa inmensa mayoría de víctimas inocentes que sufren sin culpa alguna?

            Precisamente, la manera más fácil de falsear la esperanza cristiana es esperar de Dios nuestra salvación eterna, mientras damos la espalda al sufrimiento que hay ahora mismo en el mundo. Un día tendremos que reconocer nuestra ceguera ante Cristo Juez: ¿Cuándo te vimos hambriento o sediento, extranjero o desnudo, enfermo o en la cárcel, y no te asistimos? Este será nuestro dialogo final con Él si vivimos con los ojos cerrados.

            Hemos de despertar y abrir bien los ojos. Vivir vigilantes para mirar más allá de nuestros pequeños intereses y preocupaciones. La esperanza del cristiano no es una actitud ciega, pues no olvida nunca a los que sufren. La espiritualidad cristiana no consiste solo en una mirada hacia el interior, pues su corazón está atento a quienes viven abandonados a su suerte.

            En las comunidades cristianas hemos de cuidar cada vez más que nuestro modo de vivir la esperanza no nos lleve a la indiferencia o el olvido de los pobres. No podemos aislarnos en la religión para no oír el clamor de los que mueren diariamente de hambre. No nos está permitido alimentar nuestra ilusión de inocencia para defender nuestra tranquilidad.

            Una esperanza en Dios, que se olvida de los que viven en esta tierra sin poder esperar nada, ¿no puede ser considerada como una versión religiosa de cierto optimismo a toda costa, vivido sin lucidez ni responsabilidad? Una búsqueda de la propia salvación eterna de espaldas a los que sufren, ¿no puede ser acusada de ser un sutil ‘egoísmo alargado hacia el más allá’?

            Probablemente, la poca sensibilidad al sufrimiento inmenso que hay en el mundo es uno de los síntomas más graves del envejecimiento del cristianismo actual. Cuando el Papa Francisco reclama una Iglesia más pobre y de los pobres, nos está gritando su mensaje más importante a los cristianos de los países del bienestar.

José Antonio Pagola (2013)

 

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