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JESÚS, FUENTE DE VIDA
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Domingo XIX, Tiempo Ordinario (ciclo B): 12 de agosto del 2012

 

*Elías comió, bebió y caminó hasta el monte de Dios (1Re 19,4-8)

*Sigan el camino del amor, a ejemplo de Cristo (Ef 4,30-5,2)

*Yo soy el pan vivo que ha bajado del cielo (Jn 6,41-52)

 

¿Cómo dice que ha bajado del cielo?

*Los habitantes de Nazaret han visto crecer a Jesús en medio de ellos.

Solo saben que Jesús es un vecino más: ¿No es acaso el hijo de José?

Por eso, al preguntar sobre su origen, sus padres, sus familiares…

buscan desprestigiarlo, pues este Jesús no puede tener más autoridad:

-que los escribas o maestros de la Ley, estudiosos de la Escritura;

-que los fariseos, personas que cumplen con la Ley y las tradiciones;

-que los sacerdotes, encargados del culto en el templo de Jerusalén.

En otras palabras, para sus propios paisanos Jesús es ‘un-don-nadie’.

A pesar de estas críticas, Jesús les dice: No murmuren entre ustedes.

Nadie puede venir a mí si no lo atrae el Padre que me ha enviado.

Como lo dice San Pablo: Cristo Jesús siendo de condición divina,

tomó la condición de servidor, asemejándose a los hombres (Flp 2).

Para creer que Jesús -el enviado del Padre- es Dios verdadero,

necesitamos una gracia especial: ser discípulos de Dios (Is 54,13).

*En nuestros días, hay cristianos que practican una fe desencarnada,

dando la impresión que han dejado de lado al Profeta de Nazaret,

al hijo de José, al que acoge y come con publicanos y pecadores.

-Allí están los que han cubierto a Jesús con tantos títulos de gloria…

-También están los que solo se preocupan de adornar sus imágenes

  con vestidos y mantos lujosos, y con coronas de oro o de plata…

-Y no faltan los que reinan sobre los débiles y explotan a los pobres

  y, luego, dan limosna a cambio de una bendición del Omnipotente…

Si los cristianos no amamos a los pobres, si no los defendemos,

si no estamos cerca de ellos… ¿podemos decir que creemos en Jesús,

el servidor, protector y salvador de los pequeños y de los débiles?

Por eso, debemos tener presente los gestos de Jesús en la última cena:

Se levanta de la mesa… se quita el manto… toma una toalla…

echa agua en un recipiente… lava los pies a sus discípulos… Luego,

el Maestro y Señor les dice: ¿Comprenden lo que acabo de hacer?...

Les he dado ejemplo para que ustedes hagan lo mismo (Jn 13,4-17).

 

Yo soy el pan que da vida

*Jesús sigue anunciando a los judíos: Yo soy el pan que da vida.

Aquí es necesario saber que ‘pan’ es también sinónimo de ‘Palabra’.

Se trata, pues, -de una Palabra que debemos acoger y creer…

-de una Palabra que debemos encarnar, comer y asimilar…

Es tan grande el poder y la fuerza de la Palabra de Dios que viene

a ser: -sustento y vigor de la Iglesia, -firmeza de la fe para sus hijos,

-alimento del alma, -fuente perenne de vida espiritual (DV, n.21).

Al visitar templos del campo y de la ciudad, hay mucho por remediar:

-equipos de sonido deficientes, no dejan que la Palabra llegue al pueblo,

-lectores con frecuencia improvisados, no basta la buena voluntad,

-homilías mal preparadas, sin relación con la Palabra ni con la vida…

En América Latina hablamos de nueva evangelización desde 1968.

Sin embargo, nuestro pueblo necesita un mensaje sencillo, familiar,

lleno de esperanza; en una palabra, un mensaje que sea Buena Noticia.

Para esto, nuestra homilía debe ser: -breve, para que nos escuchen;

-clara, para que nos entiendan, en especial las personas sencillas; y

-auténtica, respaldada por nuestro testimonio, para que nos crean.

*Jesús continúa con el discurso eucarístico, diciendo a los judíos:

El pan que yo doy es mi propia carne, la doy para la vida del mundo.

Es una fórmula eucarística de las primeras comunidades cristianas,

que nos ayuda a comprender que comer el pan ofrecido por Jesús

es alimentarnos de su persona que se ha entregado hasta la muerte,

para dar vida y vida en abundancia a toda la humanidad.

*El  Card. vietnamita Francisco J. Nguyên Van Thuân (1928-2002)

estuvo prisionero durante 13 años. En marzo del 2000, en el Vaticano,

dio los ejercicios espirituales. Hablando sobre la Eucaristía dijo:

Es necesario que la Iglesia que celebra la Eucaristía sea también capaz

de cambiar las estructuras injustas de este mundo… Luego añadió,

Jesús, Pan de vida, nos impulsa a trabajar para que no falte:

-el pan de la justicia y de la paz, allí donde la guerra amenaza

  sin respetar los derechos del hombre, de la familia, de los pueblos;

-el pan de la verdadera libertad, allí donde no rige

  una justa libertad religiosa para profesar abiertamente la propia fe;

-el pan de la fraternidad, donde no se reconoce y realiza

  el sentido de la comunión universal en la paz y en la concordia;

-el pan de la unidad entre los cristianos, aun divididos,

  en camino para compartir el mismo pan y el mismo cáliz. J. Castillo A


EL CAMINO PARA CREER EN JESÚS

 

Según el relato de Juan, Jesús repite cada vez de manera más abierta que viene de Dios para ofrecer a todos un alimento que da vida eterna. La gente no puede seguir escuchando algo tan escandaloso sin reaccionar. Conocen a sus padres. ¿Cómo puede decir que viene de Dios?

A nadie nos puede sorprender su reacción. ¿Es razonable creer en Jesucristo? ¿Cómo podemos creer que en ese hombre concreto, nacido poco antes de morir Herodes el Grande, y conocido por su actividad profética en la Galilea de los años treinta, se ha encarnado el Misterio insondable de Dios.

Jesús no responde a sus objeciones. Va directamente a la raíz de su incredulidad: No critiquéis. Es un error resistirse a la novedad radical de su persona obstinándose en pensar que ya saben todo acerca de su verdadera identidad. Les indicará el camino que pueden seguir.

Jesús presupone que nadie puede creer en Él si no se siente atraído por su persona. Es cierto. Tal vez, desde nuestra cultura, lo entendemos mejor que aquellas gentes de Cafarnaún. Cada vez nos resulta más difícil creer en doctrinas o ideologías. La fe y la confianza se despiertan en nosotros cuando nos sentimos atraídos por alguien que nos hace bien y nos ayuda a vivir.

Pero Jesús les advierte de algo muy importante: Nadie puede venir a mí si no lo atrae el Padre que me ha enviado. La atracción hacia Jesús la produce Dios mismo. El Padre que lo ha enviado al mundo despierta nuestro corazón para que nos acerquemos a Jesús con gozo y confianza, superando dudas y resistencias.

Por eso hemos de escuchar la voz de Dios en nuestro corazón y dejarnos conducir por Él hacia Jesús. Dejarnos enseñar dócilmente por ese Padre, Creador de la vida y Amigo del ser humano: Todo el que escucha lo que dice el Padre y aprende, viene a mí.

La afirmación de Jesús resulta revolucionaria para aquellos hebreos. La tradición bíblica decía que el ser humano escucha en su corazón la llamada de Dios a cumplir fielmente la Ley. El profeta Jeremías había proclamado así la promesa de Dios: Yo pondré mi Ley dentro de vosotros y la escribiré en vuestro corazón.

Las palabras de Jesús nos invitan a vivir una experiencia diferente. La conciencia no es solo el lugar recóndito y privilegiado en el que podemos escuchar la Ley de Dios. Si en lo íntimo de nuestro ser, nos sentimos atraídos por lo bueno, lo hermoso, lo noble, lo que hace bien al ser humano, lo que construye un mundo mejor, fácilmente nos sentiremos invitados por Dios a sintonizar con Jesús. Es el mejor camino para creer en Él.        José Antonio Pagola (2012)

 

ATRACCIÓN POR JESÚS

 

El evangelista Juan repite una y otra vez expresiones e imágenes de gran fuerza para grabar bien en las comunidades cristianas que han de acercarse a Jesús para descubrir en Él una fuente de vida nueva. Un principio vital que no es comparable con nada que hayan podido conocer con anterioridad.

Jesús es pan  bajado del cielo. No ha de ser confundido con cualquier fuente de vida. En Jesucristo podemos alimentarnos de una fuerza, una luz, una esperanza, un aliento vital… que vienen del misterio mismo de Dios, el Creador de la vida. Jesús es el pan de la vida.

Por eso, precisamente, no es posible encontrarse con Él de cualquier manera. Hemos de ir a lo más hondo de nosotros mismos, abrirnos a Dios y escuchar lo que nos dice el Padre. Nadie puede sentir verdadera atracción por Jesús, si no lo atrae el Padre que lo ha enviado.

Lo más atractivo de Jesús es su capacidad de dar vida. El que cree en Jesucristo y sabe entrar en contacto con Él, conoce una vida diferente, de calidad nueva, una vida que, de alguna manera, pertenece ya al mundo de Dios. Juan se atreve a decir que el que coma de este pan, vivirá para siempre.

Si en nuestras comunidades cristianas no nos alimentamos del contacto con Jesús, seguiremos ignorando lo más esencial y decisivo del cristianismo. Por eso, nada hay pastoralmente más urgente que cuidar bien nuestra relación con Jesús el Cristo.

Si en la Iglesia no nos sentimos atraídos por ese Dios encarnado en un hombre tan humano, cercano y cordial, nadie nos sacará del estado de mediocridad en que vivimos sumidos de ordinario. Nadie nos estimulará para ir más lejos que lo establecido por nuestras instituciones. Nadie nos alentará para ir más adelante que lo que nos marca nuestras tradiciones.

Si Jesús no nos alimenta con su Espíritu de creatividad, seguiremos atrapados en el pasado,  viviendo nuestra religión desde formas, concepciones y sensibilidades nacidas y desarrolladas en otras épocas y para otros tiempos que no son los nuestros. Pero, entonces, Jesús no podrá contar con nuestra cooperación para engendrar y alimentar la fe en el corazón de los hombres y mujeres de hoy.                                          J. A. Pagola (2009)

 

 

 

 

 

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