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DIOS ES UN PADRE BUENO
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XXV Domingo, Tiempo Ordinario, ciclo A: 21 septiembre 2014

Is 55,6-9  -  Flp 1,20-27  -  Mt 20,1-16

 

DIOS ES UN PADRE BUENO

   En aquella época, los escribas y fariseos se creían justos ante Dios,

por cumplir costumbres y preceptos humanos… pero descuidaban

lo más importante: la justicia, la misericordia, la fidelidad (Mt 23).

   Por eso Jesús no se cansa de enseñar que nuestra relación con Dios

-Padre Bueno con todos nosotros en especial con los insignificantes-

se basa en el amor que Él nos tiene y no en nuestros méritos.

 

Al ‘amanecer’ sale el dueño a contratar trabajadores para su viña

   El Reino de los Cielos, dice Jesús, se parece al dueño de una viña

que, desde el amanecer y por varias veces, él mismo sale a contratar

trabajadores para que vayan a su viña, ofreciéndoles pagar lo debido.

Esta parábola nos muestra que Dios -desde siempre- nos ama primero

a pesar de nuestros pecados, Él sigue esperando nuestra conversión.

   Al principio, o sea, al amanecer de aquel primer día de la semana,

Dios crea el cielo y la tierra… ve que era bueno… y lo entrega

al ser humano para cuidarlo, cultivarlo, alimentarse… (Gen 1-2).

Sin embargo, con el paso del tiempo, en la tierra había maldad,  

porque los seres humanos se habían corrompido (Gen 6,5.12).

   Siglos más tarde, Dios misericordioso se aparece a Moisés y le dice:

He visto la opresión de mi pueblo, he oído sus lamentos, me he fijado

en su sufrimiento, y he bajado para liberarlo de los egipcios (Ex 3).

Lamentablemente, dejando de lado las promesas que había hecho,

el pueblo es infiel, rechaza a Dios y adora un becerro de oro (Ex 32).

   Al respecto, sigamos meditando lo que dice el profeta Isaías:

Mi amigo tenía una viña en un terreno muy fértil. Removió la tierra,

la limpió de piedras y puso plantas de vid de la mejor calidad.

Mi amigo esperaba uvas dulces, pero dio frutos amargos.

¿Qué más podía hacer por mi viña que yo no lo haya hecho?

La viña de Señor todopoderoso es el país de Israel, el pueblo de Judá.

El Señor esperaba de ellos derecho y solo encuentra asesinatos,

esperaba justicia y solo escucha gritos de dolor (Is 5).

 

Al ‘atardecer’ ordena pagar el jornal empezando por los últimos

   Al terminar la jornada y aunque el trabajo ha sido desigual,

el dueño ordena a su mayordomo pagar a todos un denario.

Y cuando los primeros se quejan, el dueño responde a uno de ellos:

Amigo, no te hago ninguna injusticia, ¿no quedamos en un denario?

¿No tengo derecho a disponer de mis bienes como me parece?

¿O vas a tener envidia porque yo soy bueno?

   El dueño no se fija en el esfuerzo realizado por aquellos obreros,

sino en lo que necesitan para vivir, no solo ellos sino sus familiares;

pone al revés el orden establecido y los trata con igualdad solidaria.

Así es Dios, no mira nuestros méritos sino nuestras necesidades,

pues Él siendo justo y bueno nos da incluso lo que no nos merecemos.

Solo los pobres son los privilegiados de Dios, no por sus méritos,

sino por la bondad de Dios que defiende a los últimos, a los excluidos.

   Mirando nuestra realidad con los mismos ojos con que Jesús veía

la sociedad de su época… veremos la abismal desigualdad que hay

entre unos pocos privilegiados y la mayoría de personas excluidas:

  Hace unos días mientras la madre se alejaba para buscar en la basura

algo que tenga valor, su hija de dos años y medio que dormía cubierta

con cartones, fue arrollada por un camión recolector de basura.

   No basta lamentarnos… ni multiplicar proyectos paliativos…

Como seguidores de Jesús, vayamos a la raíz de tantos problemas.

Para realizar la justicia social en las diversas partes del mundo,

en los distintos países, y en las relaciones entre ellos, son siempre

necesarios nuevos movimientos de solidaridad ‘entre’ los hombres

del trabajo y de solidaridad ‘con’ los trabajadores. Esta solidaridad

debe estar siempre presente allí donde hay: degradación social…

explotación de los trabajadores… y crecientes zonas de miseria

e incluso de hambre… La Iglesia está vivamente comprometida

en esta causa, porque la considera como su misión, su servicio, como

verificación de su fidelidad a Cristo, para poder ser verdaderamente

la ‘Iglesia de los pobres’ (Juan Pablo II, El trabajo humano, 1981, 8).

   Vivamos como hijos de Dios y hermanos entre nosotros, pues

al ‘atardecer’ de ese día, el Hijo del Hombre dirá a los com-pasivos:

Reciban el Reino preparado para ustedes desde el inicio del mundo,

porque tuve hambre y ustedes me alimentaron… Lo que ustedes 

hicieron con mis hermanos más pequeños, me lo hicieron a mí (Mt 25).

J. Castillo A.

 

NO DESVIRTUAR LA BONDAD DE DIOS

   A lo largo de su trayectoria profética, Jesús insistió una y otra vez en comunicar su experiencia de Dios como “un misterio de bondad insondable” que rompe todos nuestros cálculos. Su mensaje es tan revolucionario que, después de veinte siglos, hay todavía cristianos que no se atreven a tomarlo en serio.

   Para contagiar a todos su experiencia de ese Dios Bueno, Jesús compara su actuación a la conducta sorprendente del señor de una viña. Hasta cinco veces sale él mismo en persona a contratar jornaleros para su viña. No parece preocuparle mucho su rendimiento en el trabajo. Lo que quiere es que ningún jornalero se quede un día más sin trabajo.

   Por eso mismo, al final de la jornada, no les paga ajustándose al trabajo realizado por cada grupo. Aunque su trabajo ha sido muy desigual, a todos les da “un denario”: sencillamente, lo que necesitaba cada día una familia campesina de Galilea para poder vivir.

   Cuando el portavoz del primer grupo protesta porque ha tratado a los últimos igual que a ellos, que han trabajado más que nadie, el señor de la viña le responde con estas palabras admirables: ¿Vas a tener envidia porque yo soy bueno? ¿Me vas a impedir con tus cálculos mezquinos ser bueno con quienes necesitan su pan para cenar?

   ¿Qué está sugiriendo Jesús? ¿Es que Dios no actúa con los criterios de justicia e igualdad que nosotros manejamos? ¿Será verdad que Dios, más que estar midiendo los méritos de las personas como lo haríamos nosotros, busca siempre responder desde su Bondad insondable a nuestra necesidad radical de salvación?

   Confieso que siento una pena inmensa cuando me encuentro con personas buenas que se imaginan a Dios dedicado a anotar cuidadosamente los pecados y los méritos de los humanos, para retribuir un día exactamente a cada uno según su merecido. ¿Es posible imaginar un ser más inhumano que alguien entregado a esto desde toda la eternidad?

   Creer en un Dios, Amigo incondicional, puede ser la experiencia más liberadora que se pueda imaginar, la fuerza más vigorosa para vivir y para morir. Por el contrario, vivir ante un Dios justiciero y amenazador puede convertirse en la neurosis más peligrosa y destructora de la persona.

   Hemos de aprender a no confundir a Dios con nuestros esquemas estrechos y mezquinos. No hemos de desvirtuar su Bondad insondable mezclando los rasgos auténticos que provienen de Jesús con trazos de un Dios justiciero tomados del Antiguo Testamento. Ante el Dios Bueno revelado en Jesús, lo único que cabe es la confianza.

José Antonio Pagola (2014)

 

 

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