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LA JUSTICIA Y LA PAZ SE ABRAZAN
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Natividad del Señor, ciclo B: 25 de diciembre del 2014

Is 52,7-10  -  Heb 1,1-6  -  Lc 2,1-14

 

LA JUSTICIA Y LA PAZ SE ABRAZAN

   Es bueno pero no basta hablar de: Iglesia pobre entre los pobres…

Opción preferencial por los pobres, no exclusiva ni excluyente… etc.

Hacen falta, sobre todo, testimonio… obras… gestos audaces….

   El Niño Jesús, que nació en Belén, crecerá… y un día anunciará:

Felices ustedes los que tienen hambre y sed de justicia (Mt 5,6).

No puede haber Navidad cristiana sin que haya justicia y paz (Sal 85).

 

No había lugar para ellos en la ciudad

   El mismo día de Navidad, el párroco vuelve al barrio para visitar

a quienes no pudo hacerlo durante la noche anterior.

   Uno de los jóvenes, se acerca, le mira largamente y le dice:

Anoche, en el grupo, te seguí muy bien.

Había pensado irme al bar, pero preferí quedarme para escucharte.

Es verdad lo que dices, y me parece muy bonito.

Puedes decirnos esas cosas a nosotros sin dificultad.

Nosotros, los pobres, sabemos lo que significa: pobreza y desprecio.

Pero ahora te pago el taxi y nos vamos al Gran Hotel.

A ver si allí te atreves a decir esas mismas cosas a los ricos.

¡Son ellos los que tienen que cambiar el corazón!

   Lo dijo con voz clara y segura, sin sombra alguna de agresividad.

El párroco se quedó mudo, luego medio a tropezones, le contestó:

Yo vivo con ustedes, quiero quedarme en medio de ustedes.

¿Es que tenía miedo de que le tomaran por loco en el Gran Hotel?

(Charles Lepetit: La perla del pobre, 1984, n.38).

   Todos tenemos que convertirnos… cambiar nuestros corazones…

Pero también debemos ir a las raíces de tantas situaciones dolorosas.

Por eso, ante el sufrimiento de una persona que tiene hambre (Mt 25),

debemos preocuparnos no solamente de solucionarlo en el acto,

sino también de destruir sus causas; porque nadie es bueno y justo,

mientras no soluciona -según sus posibilidades- ambos compromisos.

Solo así, Navidad será una Buena Noticia para las personas pobres.

 

Les anuncio una Buena Noticia

   Los relatos del nacimiento e infancia de Jesús (Lc 1-2; Mt 1-2),

debemos meditarlos a la luz de su ministerio público.

   María envuelve al Niño en pañales y lo acuesta en un establo,

porque no había lugar para ellos en la posada.

   Jesús vino a los suyos pero los suyos no le recibieron (Jn 1,11).

Incluso sus propios paisanos decían: ¿De dónde saca esa sabiduría

y ese poder milagroso? ¿No es éste el hijo del carpintero? (Mc 6).

Sin embargo, desde esta experiencia de marginación y desprecio,

Jesús nos muestra el camino de la misericordia: acoger y comer

con todos, preferentemente, con publicanos, pecadores (Mt 9,9ss).

   Tiempo después, José de Arimatea -hombre bueno y justo-

pedirá a Pilato el cuerpo de Jesús, lo envolverá en una sábana

y lo depositará  en un sepulcro cavado en una roca (Lc 23,50-53).

   El ángel del Señor se aparece a los pastores de aquella región

y les dice: No tengan miedo, hoy ha nacido para ustedes el Salvador.

   El ángel del Señor se aparece no a los poderosos de este mundo,

sino a unos pastores que sufren: desprecio, explotación, exclusión.

   Más tarde, el Profeta de Nazaret anunciará esta Buena Noticia:

Felices ustedes, los pobres, porque el Reino de Dios les pertenece.

Felices ustedes, los que ahora tienen hambre, porque serán saciados.

Felices ustedes, los que ahora lloran, porque reirán (Lc 6,20ss).

   Los ángeles alaban a Dios diciendo: Gloria a Dios en el cielo

y en la tierra paz a los hombres y mujeres que Dios ama.

   La Paz que nos ofrece Jesús no es como la ‘paz’ del mundo,

que generalmente se basa en amenazas, miedos, ambiciones, intereses.

Tampoco es la ‘paz’ de quienes han comercializado la Navidad.

La Paz de Jesús es vida plena, como lo dice San Ireneo (130-200):

La gloria de Dios consiste en que los hombres y mujeres tengan vida.

   Hace años, en la puerta del templo de una parroquia de la ciudad,

dejaron abandonado a un niño más o menos de una semana de nacido.

Es un caso más de tantos niños huérfanos de padres vivos

Mientras los que habían ‘oído Misa entera’ se van sin hacer nada,

una madre pobre con seis hijos: abraza al niño, se lo lleva y lo adopta.

Teniendo presente este gesto tan evangélico de acoger y dar vida,

les deseo a ustedes una Feliz Navidad, comparable con la Felicidad

de aquella humilde madre y de ese niñito que ya tiene un hogar.

J. Castillo A.

 

EN UN PESEBRE

   Según el relato de Lucas, es el mensaje del Ángel a los pastores el que nos ofrece las claves para leer desde la fe el misterio que se encierra en un niño nacido en extrañas circunstancias en las afueras de Belén.

   Es de noche. Una claridad desconocida ilumina las tinieblas que cubren Belén. La luz no desciende sobre el lugar donde se encuentra el niño, sino que envuelve a los pastores que escuchan el mensaje. El niño queda oculto en la oscuridad, en un lugar desconocido. Es necesario hacer un esfuerzo para descubrirlo.

   Estas son las primeras palabras que hemos de escuchar: No tengáis miedo. Os traigo la Buena Noticia: la alegría grande para todo el pueblo. Es algo muy grande lo que ha sucedido. Todos tenemos motivo para alegrarnos. Ese niño no es de María y José. Nos ha nacido a todos. No es solo de unos privilegiados. Es para toda la gente.

   Los cristianos no hemos de acaparar estas fiestas. Jesús es de quienes lo siguen con fe y de quienes lo han olvidado, de quienes confían en Dios y de los que dudan de todo. Nadie está solo frente a sus miedos. Nadie está solo en su soledad. Hay Alguien que piensa en nosotros.

   Así lo proclama el mensajero: Hoy os ha nacido un Salvador: el Mesías, el Señor. No es el hijo del emperador Augusto, dominador del mundo, celebrado como salvador y portador de la paz gracias al poder de sus legiones. El nacimiento de un poderoso no es buena noticia en un mundo donde los débiles son víctima de toda clase de abusos.

   Este niño nace en un pueblo sometido al Imperio. No tiene ciudadanía romana. Nadie espera en Roma su nacimiento. Pero es el Salvador que necesitamos. No estará al servicio de ningún César. No trabajará para ningún imperio. Solo buscará ‘el Reino de Dios y su justicia’. Vivirá para hacer la vida más humana. En Él encontrará este mundo injusto la salvación de Dios.

   ¿Dónde está este niño? ¿Cómo lo podemos reconocer? Así dice el mensajero: Aquí tenéis la señal: encontraréis un niño envuelto en pañales y acostado en un pesebre. El niño ha nacido como un excluido. Sus padres no le han podido encontrar un lugar acogedor. Su madre lo ha dado a luz sin ayuda de nadie. Ella misma se ha valido, como ha podido, para envolverlo en pañales y acostarlo en un pesebre.

   En este pesebre comienza Dios su aventura entre los hombres. No lo encontraremos en los poderosos sino en los débiles. No está en lo grande y espectacular sino en lo pobre y pequeño. Hemos de escuchar el mensaje: vayamos a Belén; volvamos a las raíces de nuestra fe. Busquemos a Dios donde se ha encarnado.  

José Antonio Pagola (2011)

 

 

 

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