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SANTA ROSA DE LIMA
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Santa Rosa de Lima: 30 de agosto del 2015

Eclo 3,17-24  -  Flp 3,8-14  -  Mt 13,31-35

 

Dios compasivo revela sus secretos a los humildes (1ª lectura)

   Gaspar Flores (natural de Puerto Rico) y María de Oliva (limeña)

se casan en Lima, en 1577. Fruto de este matrimonio son trece hijos,

entre ellos Isabel que nace el 20 de abril de 1586. Semanas después,

el 25 de mayo, un domingo de Pentecostés, es bautizada.

   Un día la encuentran más rosada que de costumbre y comienzan

a llamarla Rosa. La primera persona que la llama así es Mariana,

una empleada negra. Gracias a esta mujer, descendiente de esclavos

africanos, Isabel es conocida mundialmente como Rosa de Lima.

   Pero, ¿cuál es la situación del Perú allá en el siglo XVI, cuando

nace Isabel Flores de Oliva? En 1532, llega a las costas del norte

del Perú, el conquistador español Francisco Pizarro con 160 soldados;

siendo capellán, su primo el dominico Vicente de Valverde… Desde

entonces, la evangelización se realiza en una situación de violencia:

-Violencia fueron las así llamadas guerras de pacificación, es decir,

las detestables guerras hechas a gentes mansas y pacíficas.

-Violencia fue el tiránico, injusto y cruel sistema de encomiendas,

por el que se despoja al Hombre Andino de su libertad y bienes.

   En 1597, cuando Rosa tiene once años, su padre se hace cargo

de un obraje minero en el pueblo de Quives, en la sierra de Lima.

Es allí donde ella recibe el sacramento de la confirmación,

de manos de Santo Toribio Alfonso de Mogrovejo (1538-1606):

-pastor itinerante, -organizador de la Iglesia en el Perú y en gran parte

de Sudamérica, -animador de la catequesis, -promotor de vocaciones

sacerdotales, y -defensor de los derechos de los indios pobres.

   Desde el obraje minero de Quives podemos ampliar nuestra mirada,

y ver el rostro sufriente del nativo obligado a trabajar en las minas.

Domingo de Santo Tomás, en 1550, sobre las minas de Potosí, dice:

Habrá cuatro años que, para acabarse de perder esta tierra,

se descubrió una boca del infierno por la cual entra cada año, gran

cantidad de gente que la codicia de los españoles sacrifica a su dios.

 

Todo lo considero basura con tal de ganar a Cristo (2ª lectura)

   Cuando Rosa cumple 20 años de edad, deja de lado el matrimonio,

no para ingresar a un monasterio, sino para vivir los votos religiosos

en su casa “iglesia doméstica”, en medio del mundo; solo vistiendo

el hábito de las terciarias dominicas: Rosa es seglar, pero seglar

contemplativa. Busca la oración, la soledad, el silencio, sin que esto

signifique huir del trabajo y las ocupaciones que como hija tiene con

su familia de no muy cómoda situación económica (N. Zevallos, 1988).

   El Catecismo de la Iglesia Católica dice lo siguiente: El día en que

su madre la reprende por atender en la casa a pobres y enfermos,

Santa Rosa de Lima le contesta: “Cuando servimos a los pobres

y a los enfermos, servimos a Jesús. No debemos cansarnos de ayudar

a nuestro prójimo, porque en ellos servimos a Jesús” (nº 2449).

   Desde su hogar, Rosa comprende la importancia de la Iglesia

misionera. Es cierto que no fue a predicar el Evangelio en los pueblos

del Perú; sin embargo, anima a los misioneros, les ruega que pongan

todos sus desvelos, con la esperanza de que América viva en la fe.

   Rosa de Lima muere el 24 de agosto de 1617, a los 31 años.

Es beatificada el 12 de marzo de 1668 por el Papa Clemente IX,

y canonizada el 12 de abril de 1671 por el Papa Clemente X.    

 

El Reino de los cielos es como una semilla de mostaza (Evangelio)

   Oigamos el grito de los pobres insignificantes... y de la madre tierra:

Un grito por los terrenos perdidos. Un grito por la extracción

de riqueza del suelo que, paradójicamente, no ha producido riqueza

para las poblaciones locales que siguen siendo pobres. Un grito de

dolor como reacción a la violencia, a las amenazas y a la corrupción.

Un grito de indignación y de ayuda por la violación de los derechos

humanos, clamorosa o discretamente ultrajados en lo que concierne

a la salud de las poblaciones, las condiciones de trabajo, a veces la

esclavitud y el tráfico de personas que alimenta el trágico fenómeno

de la prostitución. Un grito de tristeza y de impotencia por

la contaminación de las aguas, del aire y de los suelos. Un grito

de incomprensión por la ausencia de procesos inclusivos y de apoyo

por parte de las autoridades civiles, locales y nacionales, que tienen

el deber fundamental de promover el bien común. (Papa Francisco,

a los representantes de comunidades mineras, 17 de julio del 2015).  

 

J. Castillo A.

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