Domingo XXIV, Tiempo Ordinario, ciclo B: 13 septiembre 2015
Is 50,5-10 - Stgo 2,14-18 - Mc 8,27-35
PARA NOSOTROS, ¿QUIÉN ES JESÚS?
Al enseñar Jesús en la sinagoga de Cafarnaún, la gente se admira
y pregunta: ¿Qué es esto? Una enseñanza nueva, con autoridad (Mc 1).
Después, cuando Jesús calma la tempestad, los discípulos exclaman:
¿Quién es éste, que hasta el viento y el mar le obedecen? (Mc 4).
En el Evangelio de hoy, el mismo Jesús pregunta a sus discípulos:
¿Quién dice la gente que soy?... Para ustedes ¿Quién soy yo?
Para responder, no basta repetir ciertas frases teóricas; necesitamos
un encuentro personal con Jesús y con su proyecto del Reino de Dios.
Otros dicen que eres uno de los profetas
Jesús ha terminado su misión en la región marginada de Galilea,
y antes de ir a Jerusalén donde morirá crucificado, Él y sus discípulos
van a la región pagana de Cesarea de Filipo. Mientras caminan, Jesús
les pregunta: ¿Quién dice la gente que soy yo? Según ellos, la gente
relaciona a Jesús con los grandes profetas: Elías, Juan el Bautista…
Los profetas son personas llamadas por Dios y enviadas al pueblo,
para anunciar, con palabras y gestos audaces, la voluntad de Dios.
Cumplen su misión como simples servidores, con una fe profunda;
no retroceden ante las dificultades, prefieren morir si es necesario.
Jesús, el Profeta de Nazaret, siendo de condición divina, toma
la naturaleza de servidor, haciéndose semejante a nosotros (Flp 2).
*Desde esta renuncia, Jesús tiene autoridad moral para decir:
Es más fácil a un camello pasar por el ojo de una aguja,
que a un rico entrar en el Reino de Dios (Mc 10).
No permitamos que el dinero siga sacrificando vidas humanas.
*Jesús denuncia la hipocresía de quienes cumplen las tradiciones,
dejando de lado lo más importante: el mandamiento de Dios (Mc 7).
Recordemos que amar a Dios con todo el corazón, y amar al prójimo
como a uno mismo, vale más que todas las ofrendas (Mc 12).
*Como Jesús sigamos anunciando: El tiempo se ha cumplido. Está
cerca el Reino de Dios. Conviértanse. Crean en el Evangelio (Mc 1).
Tú eres el Mesías
Luego Jesús pregunta a sus discípulos: para ustedes, ¿quién soy yo?
Pedro responde: Tú eres el Mesías… el Cristo, el Ungido de Dios.
Es una profesión de fe, pero todavía inicial… frágil… incipiente…
En aquella época, nadie esperaba a un Mesías servidor y sufriente,
que iba a promover la justicia en toda la tierra (Is 42). Por eso Jesús,
prohíbe a sus discípulos decir que Él es el Mesías, y les anuncia que
va a sufrir mucho, ser rechazado, morir y resucitar al tercer día.
Al oír estas palabras, Pedro reacciona, lo lleva aparte y le reprende.
Fue entonces cuando Jesús le dice a Pedro: ¡Ponte detrás de mí,
Satanás! (Tentador). Tú piensas como los hombres, no como Dios.
¿De qué sirve tener todas las riquezas del mundo y adorar a Satanás?
Recordemos que Jesús, al ser tentado, dice: ¡Aléjate, Satanás! (Mt 4).
Quien pierda la vida por mí y por el Evangelio, la salvará
Después Jesús llama a la gente y a sus discípulos para decirles:
El que quiera seguirme, niéguese a sí mismo, que cargue con su cruz
y que me siga. Porque el que quiera salvar su vida, la perderá;
pero quien pierda la vida por mí y por el Evangelio, la salvará.
Si queremos encontrar a Jesús -Profeta, Mesías, Hijo del hombre-
busquémoslo en los niños explotados, en los jóvenes desorientados,
en los campesinos e indígenas amenazados de quedarse sin tierras,
en los forasteros y migrantes que huyen de la miseria y la violencia,
en los trabajadores que son explotados con salarios de hambre,
en los enfermos y ancianos abandonados, en los que andan desnudos,
en los perseguidos y encarcelados por tener hambre y sed de justicia.
En todos ellos debemos reconocer el rostro sufriente de Jesús, pues:
Los pobres tienen mucho que enseñarnos en humildad, en bondad,
en solidaridad. Los cristianos tenemos un motivo mayor para amar
y servir a los pobres, porque en ellos vemos el rostro y la carne de
Cristo, que se hizo pobre para enriquecernos con su pobreza…
(Papa Francisco, en Asunción - Paraguay, 11 julio 2015).
Al respecto, sigamos reflexionando en el mensaje de la 2ª lectura:
Hermanos, ¿de qué le sirve a uno decir que tiene fe si no tiene obras?
¿Podrá salvarlo la fe? Supongan que un hermano o hermana andan
medio desnudos, o sin el alimento necesario; y uno de ustedes le dice:
vayan en paz, abríguense y coman todo lo que quieran, pero no les da
lo que necesitan, ¿de qué sirve? La fe sin obras está muerta.
J. Castillo A.
TOMAR EN SERIO A JESÚS
El episodio de Cesarea de Filipo ocupa un lugar central en el Evangelio de Marcos. Después de un tiempo de convivir con Él, Jesús hace a sus discípulos una pregunta decisiva: ¿Quién decís que soy yo? En nombre de todos, Pedro le contesta sin dudar: Tú eres el Mesías. Por fin parece que todo está claro. Jesús es el Mesías enviado por Dios y los discípulos le siguen para colaborar con Él.
Jesús sabe que no es así. Todavía les falta aprender algo muy importante. Es fácil confesar a Jesús con palabras, pero todavía no saben lo que significa seguirlo de cerca compartiendo su proyecto y su destino. Marcos dice que Jesús empezó a instruirlos. No es una enseñanza más, sino algo fundamental que los discípulos tendrán que ir asimilando poco a poco.
Desde el principio les habla con toda claridad. No les quiere ocultar nada. Tienen que saber que el sufrimiento lo acompañará siempre en su tarea de abrir caminos al Reino de Dios. Al final, será condenado por los dirigentes religiosos y morirá ejecutado violentamente. Solo al resucitar se verá que Dios está con Él.
Pedro se rebela ante lo que está oyendo. Su reacción es increíble. Toma a Jesús consigo y se lo lleva aparte para increparlo. Había sido el primero en confesarlo como Mesías. Ahora es el primero en rechazarlo. Quiere hacer comprender a Jesús que lo que está diciendo es absurdo. No está dispuesto a que siga ese camino. Jesús ha de cambiar esa manera de pensar.
Jesús reacciona con una dureza desconocida. De pronto ve en Pedro los rasgos de Satanás, el tentador del desierto que busca apartar a las personas de la voluntad de Dios. Se vuelve de cara a los discípulos e increpa literalmente a Pedro con estas palabras: Ponte detrás de mí, Satanás: vuelve a ocupar tu puesto de discípulo. Deja de tentarme. Tú piensas como los hombres, no como Dios.
Luego, llama a la gente y a sus discípulos para que escuchen bien sus palabras. Las repetirá en diversas ocasiones. No las han de olvidar jamás: El que quiera venirse conmigo, que se niegue a sí mismo, que cargue con su cruz y que me siga.
Seguir a Jesús no es obligatorio. Es una decisión libre de cada uno. Pero hemos de tomar en serio a Jesús. No bastan confesiones fáciles. Si queremos seguirlo en su tarea apasionante de hacer un mundo más humano, digno y dichoso, hemos de estar dispuestos a dos cosas: Primero, renunciar a proyectos o planes que se oponen al Reino de Dios. Segundo, aceptar los sufrimientos que nos pueden llegar por seguir a Jesús e identificarnos con su causa.
José Antonio Pagola (2012)