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RIQUEZAS INJUSTAS
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Domingo XXVIII, Tiempo Ordinario, ciclo B: 11 octubre 2015

Sab 7,7-11  -  Heb 4,12-13  -  Mc 10,17-30

 

RIQUEZAS INJUSTAS

   Hay personas, empresarios y países ricos que han “amontonado”

millones de dólares: asesinando, robando, cometiendo injusticias

Ahora bien, sus herederos tendrán inmensas fortunas, darán limosnas,

gozarán de buena consideración al financiar ciertos proyectos… Pero,

si alguien les dice que sus riquezas son injustas, se ofenderán. Sin

embargo: todo rico o es ladrón o heredero de ladrones (S. Jerónimo).

 

No mates, no robes, no seas injusto

   Cuando Jesús se pone en camino, un hombre muy rico y que lleva

una vida religiosa ejemplar, llega corriendo, se arrodilla y le pregunta:

Maestro bueno, ¿qué debo hacer para heredar la vida eterna?

   La fortuna que tiene aquel rico, probablemente, no la ha ganado

con el sudor de su frente;  como muchos ricos es un simple heredero.

Pero, ¿qué hicieron sus padres o abuelos para acumular tanta riqueza?

¿No lo habrán obtenido despojando y explotando a los pobres?

La respuesta a estas preguntas está en el libro de Job, capítulo 24:

Los malvados: -Cambian los linderos y apacientan ovejas robadas.

-Despojan de sus animales a los huérfanos y a las viudas.

-Apartan del camino a los pobres y los miserables se esconden.

-Arrancan del pecho de las viudas a sus hijos recién nacidos.

-Dan como garantía al hijo del pobre.

Los pobres: -Madrugan para buscar trabajo y pan para sus hijos.

-Pasan la noche desnudos, sin manto para protegerse del frío.

-Empapados por las lluvias se refugian en las rocas.

-Como animales de carga transportan el trigo y pasan hambre.

-Los moribundos gimen en la ciudad y los heridos piden socorro.

   Que la respuesta de Jesús al rico, sirva para examinar nuestra vida:

No mates… no robes… no mientas… no seas injusto… Meditemos

también en el siguiente texto del AT: El pan es vida del pobre, el que

se lo niega es asesino. Mata a su prójimo quien le quita el sustento.

Quien no paga el justo salario derrama sangre (Eclesiástico, 34).

 

Anda, vende lo que tienes, y da el dinero a los pobres

   Aquel rico le dice a Jesús: Maestro, todo esto lo he cumplido

desde  pequeño. Fue entonces cuando Jesús le mira con cariño,

-pues aquel judío piadoso anda buscando dar sentido a su vida-

luego le invita a ser discípulo suyo y, para ello, le pide tres cosas:

-Anda, vende lo que tienes… Nadie puede servir a Dios y al dinero.

-Da el dinero a los pobres… Tuve hambre y ustedes me alimentaron.

-Luego sígueme… El Hijo de Dios no tiene donde reclinar la cabeza.

   Al escuchar este llamado, aquel hombre se levanta, olvida la mirada

cariñosa de Jesús, y se va triste porque tiene muchas riquezas.

Esa persona rica, creyente a su manera, vuelve a su casa para seguir

viviendo en el lujo a costa de la miseria de muchos Lázaros (Lc 16).

Ahora bien, si alguien dice que ama a Dios pero no ve la opresión

de su pueblo, no oye sus lamentos, no se fija en sus sufrimientos,

no hace nada para liberarlo (Ex 3); no puede ser discípulo de Jesús.

   Por eso, Jesús aprovecha este diálogo con el hombre rico para decir:

¡Qué difícil les va a ser a los ricos entrar en el Reino de Dios!

Es más fácil a un camello pasar por el ojo de una aguja,

que a un rico entrar en el Reino de Dios.

Y viendo el asombro de sus discípulos, Jesús añade: Para los hombres

es imposible, pero no para Dios, porque para Dios todo es posible.

   Zaqueo es jefe de los cobradores de impuestos y muy rico,

pero sus paisanos de Jericó no lo quieren, lo consideran pecador,

pues colabora con el imperio romano explotando a su propia gente.

Además es pequeño de estatura, no solo física sino moralmente.

Sin embargo, no conoce a Jesús, pero como ha oído hablar de Él,

quiere verlo. Para ello, corre y como si fuera niño sube a un árbol.

Quizás sin saberlo, lo que anda buscando es dar sentido a su vida.

   Al llegar a ese lugar, Jesús levanta los ojos, le mira y le dice:

Zaqueo, baja pronto, porque hoy tengo que hospedarme en tu casa.

Zaqueo acoge a Jesús con alegría y, en esa acogida, se lleva a cabo

su conversión. De inmediato, Zaqueo se pone de pie y dice a Jesús:

Mira, Señor, voy a dar la mitad de mis bienes a los pobres,

y a quien he exigido injustamente, le devolveré cuatro veces más.

Jesús le contesta: Hoy ha llegado la salvación a esta casa, ya que

también él es hijo de Abraham. Porque el Hijo del hombre ha venido

a buscar y a salvar lo que estaba perdido (Lc 19).        

J. Castillo A.

 

CON JESÚS EN MEDIO DE LA CRISIS

   Antes de que se ponga en camino, un desconocido se acerca a Jesús corriendo. Al parecer, tiene prisa para resolver su problema: ‘¿Qué haré para heredar la vida eterna?’ No le preocupan los problemas de esta vida. Es rico. Todo lo tiene resuelto.

   Jesús lo pone ante la Ley de Moisés. Curiosamente, no le recuerda los diez mandamientos, sino solo los que prohíben actuar contra el prójimo. El joven es un hombre bueno, observante fiel de la religión judía: ‘Todo eso lo he cumplido desde pequeño’.

   Jesús se le queda mirando con cariño. Es admirable la vida de una persona que no ha hecho daño a nadie. Jesús lo quiere atraer ahora para que colabore con Él en su proyecto de hacer un mundo más humano, y le hace una propuesta sorprendente: ‘Una cosa te falta: anda, vende lo que tienes, dale el dinero a los pobres... y luego sígueme’.

   El rico posee muchas cosas, pero le falta lo único que permite seguir a Jesús de verdad. Es bueno, pero vive apegado a su dinero. Jesús le pide que renuncie a su riqueza y la ponga al servicio de los pobres. Solo compartiendo lo suyo con los necesitados, podrá seguir a Jesús colaborando en su proyecto.

   El joven se siente incapaz. Necesita bienestar. No tiene fuerzas para vivir sin su riqueza. Su dinero está por encima de todo. Renuncia a seguir a Jesús. Había venido corriendo entusiasmado hacia Él. Ahora se aleja triste. No conocerá nunca la alegría de colaborar con Jesús.

   La crisis económica nos está invitando a los seguidores de Jesús a dar pasos hacia una vida más sobria, para compartir con los necesitados lo que tenemos y sencillamente no necesitamos para vivir con dignidad. Hemos de hacernos preguntas muy concretas si queremos seguir a Jesús en estos momentos.

   Lo primero es revisar nuestra relación con el dinero: ¿Qué hacer con nuestro dinero? ¿Para qué ahorrar? ¿En qué invertir? ¿Con quiénes compartir lo que no necesitamos? Luego, revisar nuestro consumo para hacerlo más responsable y menos compulsivo y superfluo: ¿Qué compramos? ¿Dónde compramos? ¿Para qué compramos? ¿A quiénes podemos ayudar a comprar lo que necesitan?

   Son preguntas que nos hemos de hacer en el fondo de nuestra conciencia y también en nuestras familias, comunidades cristianas e instituciones de Iglesia. No haremos gestos heroicos, pero si damos pequeños pasos en esta dirección, conoceremos la alegría de seguir a Jesús contribuyendo a hacer la crisis de algunos un poco más humana y llevadera. Si no es así, nos sentiremos buenos cristianos, pero a nuestra religión le faltará alegría. 

José Antonio Pagola (2012) 

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