Jueves, 18 de Abril del 2024
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6º Domingo, Tiempo Ordinario, ciclo B: 11 de febrero del 2018
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JESÚS ACOGE A LOS LEPROSOS


Para los buenos” y para quienes tienen poder económico y político,

es mejor limpiar nuestras calles y plazas, de vagabundos y mendigos.

   Sin embargo, esos “buenos y poderosos” ¿van a las causas

de tanta pobreza y miseria, denunciando a los responsables?

   Jesús que acoge y come con personas marginadas y despreciadas,

nos sigue diciendo: Ámense mutuamente como yo les amo a ustedes.

 

El leproso le suplica: Si quieres, puedes limpiarme


   Así como aquella madre extranjera y pagana, pero con fe sencilla,

se acerca a Jesús y de rodillas le suplica sanar a su hija (Mc 7,24ss);

en esta ocasión, un leproso rompe todas las normas de exclusión,

confía en Jesús, se arrodilla y le dice: Si quieres, puedes limpiarme.

   Este leproso no pide a Jesús ser sanado… sino quedar limpio.

Busca ser liberado de la marginación que padece al vivir aislado.

En esa época, se creía que la lepra era un castigo -de parte de Dios-

por algún pecado; por eso al leproso se le consideraba impuro.

Para evitar contagiar su impureza, el leproso vivía fuera del pueblo,

harapiento, despeinado y gritando: ¡Impuro, impuro! (1ª lectura).

Rechazado como si fuera un objeto peligroso que se arroja a la basura,

el leproso podía decir: Solo en la vida llevando un esqueleto podrido;

pues, mientras padecía esa enfermedad, era un muerto en vida.  

   Hoy, teniendo tantos recursos naturales en la Costa, Sierra y Selva;

y con tantos millones de católicos… ¿cómo se explica que hayan

personas marginadas que sobreviven sin Tierra, Techo, Trabajo?

   En regiones mineras y en zonas donde se extraen petróleo y gas,

¿por qué se desprecia la vida de la tierra y de los seres humanos?

¿Es justo que  los habitantes de esas regiones tengan que vivir

respirarbeberalimentarse… en un ambiente altamente toxico?

   ¿Acogemos en nuestras parroquias a las personas: alcohólicas…

drogadictas… prostitutas… homosexuales (sean gais o lesbianas)?

  ¿Qué nos impide seguir el ejemplo de Jesús, el Profeta compasivo?


Jesús se compadece, extiende la mano y le toca


Ante aquel leproso excluido, Jesús realiza gestos de verdadero amor.

*Se compadece. La compasión (padecer con) que tiene Jesús,

es la manera más humana de manifestar nuestro amor al prójimo,

de “aproximarnos” al otro, para asumir y hacer nuestro su sufrimiento.

*Extiende la mano. Los “creyentes” satisfechos, bien instalados,

y que solo buscan seguridad; están lejos de seguir el ejemplo de Jesús,

que extiende la mano para acoger al que vive marginado y aislado.

*Toca al leproso. No se trata de tocar con la punta de un dedo,

sino de poner las manos sobre ese cuerpo lleno de llagas.

Con este gesto, Jesús asume el riesgo de quedar impuro, contaminado.

*Luego, el Profeta de Nazaret le dice: Quiero, queda limpio.

Con esta frase, Jesús realiza una verdadera revolución, pues anuncia

que Dios es compasivo, sobre todo, con sus hijos/as despreciados;

y quiere que nosotros pongamos: amor y vida donde hay enfermedad,

verdad y libertad donde hay miedo, justicia y paz donde hay opresión.

 

Jesús se queda en lugares despoblados


   Jesús ha despedido al leproso diciéndole: No se lo digas a nadie.

Pero éste, apenas se fue, comienza a proclamar lo que ha sucedido.

Por eso, Jesús ya no podía entrar abiertamente en ningún pueblo,

se quedaba en lugares despoblados, pero aun así, la gente acudía.

¿Qué ha sucedido? Según la ley, interpretada por “los especialistas”

quien toca a un leproso -como hace Jesús- queda impuro y excluido.

Este es el costo doloroso que Jesús asume al tocar a un leproso, pues

al cargar con nuestro dolor, lo consideramos un contagiado (Is 53,4).

   Hoy, cuando los seguidores de Jesús y personas de buena voluntad,

pasan a la otra orilla para defender la vida, salud, educación…

de los pobres despreciados y marginados por el capitalismo salvaje;

de inmediato, los responsables de tanta injusticia y corrupción:

insultan… persiguen… acusan… encarcelan… asesinan…

   Es el precio que debemos pagar por salvar a los hermanos de Jesús,

Y Jesús nos sigue diciendo: Ningún discípulo es más que su maestro,

y ningún  servidor es más que su amo.

El discípulo debe conformarse con llegar a ser como su maestro,

y el servidor como su amo.

Si al dueño de la casa le llaman endemoniado,

¿qué no dirán de su familia? No les tengan miedo (Mt 10,25ss). J.C.A

 

AMIGO DE LOS EXCLUIDOS


   Jesús era muy sensible al sufrimiento de quienes encontraba en su camino, marginados por la sociedad, despreciados por la religión o rechazados por los sectores que se consideraban superiores moral o religiosamente.

   Es algo que le sale de dentro. Sabe que Dios no discrimina a nadie. No rechaza ni excomulga. No es solo de los buenos. A todos acoge y bendice. Jesús tenía la costumbre de levantarse de madrugada para orar. En cierta ocasión desvela cómo contempla el amanecer: Dios hace salir su sol sobre buenos y malos. Así es Él.

   Por eso, a veces, reclama con fuerza que cesen todas las condenas: No juzguéis y no seréis juzgados. Otras, narra pequeñas parábolas para pedir que nadie se dedique a separar el trigo y la cizaña como si fuera el juez supremo de todos.

   Pero lo más admirable es su actuación. El rasgo más original y provocativo de Jesús fue su costumbre de comer con pecadores, prostitutas y gentes indeseables. El hecho es insólito. Nunca se había visto en Israel a alguien con fama de “hombre de Dios” comiendo y bebiendo animadamente con pecadores.

   Los dirigentes religiosos más respetables no lo pudieron soportar. Su reacción fue agresiva: Ahí tenéis a un comilón y borracho, amigo de pecadores. Jesús no se defendió. Era cierto. En lo más íntimo de su ser sentía un respeto grande y una amistad conmovedora hacia los rechazados por la sociedad o la religión.

   Marcos recoge en su relato la curación de un leproso para destacar esa predilección de Jesús por los excluidos. Jesús está atravesando una región solitaria. De pronto se le acerca un leproso. No viene acompañado por nadie. Vive en la soledad. Lleva en su piel la marca de su exclusión. Las leyes lo condenan a vivir apartado de todos. Es un ser impuro.

   De rodillas, el leproso hace a Jesús una súplica humilde. Se siente sucio. No le habla de enfermedad. Solo quiere verse limpio de todo estigma: Si quieres, puedes limpiarme. Jesús se conmueve al ver a sus pies aquel ser humano desfigurado por la enfermedad y el abandono de todos. Aquel hombre representa la soledad y la desesperación de tantos estigmatizados. Jesús extiende su mano buscando el contacto con su piel, lo toca y le dice: Quiero. Queda limpio.

   Siempre que discriminamos desde nuestra supuesta superioridad moral a diferentes grupos humanos (vagabundos, prostitutas, toxicómanos, sidóticos, inmigrantes, homosexuales...), o los excluimos de la convivencia negándoles nuestra acogida, nos estamos alejando gravemente de Jesús. 


José Antonio Pagola (2012)

 

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