Miércoles, 17 de Abril del 2024
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29º Domingo, Tiempo Ordinario, ciclo C: 20 de octubre del 2019
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HAMBRE Y SED DE  JUSTICIA

   Jesús que anuncia: felices los que tienen hambre y sed de justicia,

narra la parábola de la viuda que pide justicia, a un juez corrupto que

no teme a Dios ni respeta a las personas. Al terminar, Jesús pregunta:

cuando venga el Hijo del Hombre, ¿encontrará fe en la tierra?

  

En una ciudad vive un juez

Este juez: -No teme a Dios que hace justicia al huérfano y a la viuda,

ama al forastero, dándole pan y vestido (Deut 10,18;  cf. Sal 68,6).

-Tampoco respeta los derechos de quienes sufren injustamente.

-Si hace justicia a aquella viuda es para que no le siga fastidiando.

   Hoy -en nuestros pueblos y ciudades- hay jueces “cristianos”,

en cuyas oficinas están: la imagen de Jesús crucificado y la Biblia.

Sin embargo, siguen crucificando a Jesús nuestro Señor, no una vez,

sino miles de veces, en las personas pobres que claman justicia.

Además es pura hipocresía jurar por Dios y por los Santos Evangelios,

cuando  el “dios-dinero” del poderoso ya inclinó la balanza a su favor.

   Para librarnos de tanta corrupción, practiquemos la Palabra de Dios:

*No hagas mal uso del Nombre del Señor, tu Dios (Ex 20,7).

*No te hagas cómplice del malvado siendo testigo de una injusticia.

No sigas en el mal a los corruptos. No desconozcas los derechos

del pobre en algún juicio. Apártate de un pleito fraudulento.

No condenes a muerte al justo. No declares inocente al culpable.

No aceptes soborno, porque el soborno vuelve ciegos a los hombres,

y hace que los inocentes pierdan su causa (Ex 23,1ss).

*Lávense, purifíquense. Aparten de mi vista sus malas acciones.

Dejen de hacer el mal, aprendan a hacer el bien.

Esfuércense en hacer lo que es justo. Ayuden al oprimido.

Hagan justicia al huérfano. Protejan los derechos de la viuda (Is 1).

*Dios, ¿no hará justicia a sus elegidos, que claman a Él día y noche,

aunque los haga esperar? Les aseguro que Dios hará justicia

a favor de ellos, y lo hará pronto (texto del Evangelio).

En esa misma ciudad vive una viuda

   En Lucas hay varios textos sobre las viudas: 2,36ss; 7,11ss; 21,1ss.

Ahora bien, el grito de la viuda es el grito de los pobres oprimidos,

que -hoy en día- exigen justicia cuando las empresas multinacionales:

-los expulsan de la tierra donde han nacido, viven, trabajan…

-y les pagan un sueldo miserable, en complicidad con las autoridades.

   Dichas empresas al retirarse dejan: desocupación, pueblos sin vida,

agotamiento de algunas reservas naturales, deforestación,

empobrecimiento de la agricultura y ganadería local, cráteres,

ríos contaminados, y pocas obras sociales sin continuidad (LS, n.51).  

  Que los dueños del dinero que va de un continente a otro, oigan esto:

No oprimirás ni maltratarás al extranjero, porque ustedes también

fueron extranjeros en Egipto. No oprimirás a la viuda ni al huérfano.

Si los oprimes, ellos gritarán a mí y yo los escucharé (Ex 22,20ss).

  Hazme justicia es también la oración de los que sufren injustamente:

¿Hasta cuándo, Señor, hasta cuándo triunfarán los malvados?

Ellos destruyen a tu pueblo, oprimen a tus seguidores,

asesinan a las viudas, a los emigrantes y a los huérfanos (Sal 94,3ss).

 

Cuando venga el Hijo del Hombre, ¿encontrará fe en la tierra?

   Solidarizarnos -con palabras y obras- con los que sufren,

significa: confiar en Dios, orar sin desanimarse, amar al prójimo.

El pobre decía: El Señor me abandonó, mi Dios se olvidó de mí.

Pero, ¿puede una madre olvidar o dejar de amar a su propio hijo?

Pues, aunque ella se olvide, yo -tu Dios- no te olvidaré (Is 49,15).

   Sigamos el ejemplo de Jesús que traicionado por Judas Iscariote…

negado por Pedro… y abandonado por sus discípulos…

no cesa de orar, sobre todo cuando experimenta el “silencio de Dios”:

-Dios mío, Dios mío, ¿por qué me has abandonado? (Mc 15,34).

-Padre, en tus manos encomiendo mi espíritu (Lc 23,46).

   Sigamos también el ejemplo de nuestros hermanos mayores en la fe,

quienes al ser perseguidos, confían en Dios y oran sin cansarse:

El rey Herodes decide perseguir a algunos miembros de la Iglesia.

Hace degollar a Santiago, el hermano de Juan.

Viendo que esto agrada a los judíos, hace arrestar a Pedro (…).

Después de detenerlo, lo mete en la cárcel (…).

Mientras Pedro es vigilado en la cárcel,

la Iglesia ora insistentemente a Dios por él (Hch 12,1ss).   J. Castillo

 

¿SEGUIMOS CREYENDO EN LA JUSTICIA?

   Lucas narra una breve parábola indicándonos que Jesús la contó para explicar a sus discípulos cómo tenían que orar siempre sin desanimarse. Este tema es muy querido al evangelista que, en varias ocasiones, repite la misma idea. Como es natural, la parábola ha sido leída casi siempre como una invitación a cuidar la perseverancia de nuestra oración a Dios.

   Sin embargo, si observamos el contenido del relato y la conclusión del mismo Jesús, vemos que la clave de la parábola es la sed de justicia. Hasta cuatro veces se repite la expresión ‘hacer justicia’. Más que modelo de oración, la viuda del relato es ejemplo admirable de lucha por la justicia en medio de una sociedad corrupta que abusa de los más débiles.

   El primer personaje de la parábola es un juez que ni teme a Dios ni le importan los hombres. Es la encarnación exacta de la corrupción que denuncian repetidamente los profetas: los poderosos no temen la justicia de Dios y no respetan la dignidad ni los derechos de los pobres. No son casos aislados. Los profetas denuncian la corrupción del sistema judicial en Israel y la estructura machista de aquella sociedad patriarcal.

   El segundo personaje es una viuda indefensa en medio de una sociedad injusta. Por una parte, vive sufriendo los atropellos de un “adversario” más poderoso que ella. Por otra, es víctima de un juez al que no le importa en absoluto su persona ni su sufrimiento. Así viven millones de mujeres de todos los tiempos en la mayoría de los pueblos.

   En la conclusión de la parábola, Jesús no habla de la oración. Antes que nada, pide confianza en la justicia de Dios: ¿No hará Dios justicia a sus elegidos que le gritan día y noche? Estos elegidos no son “los miembros de la Iglesia” sino los pobres de todos los pueblos que claman pidiendo justicia. De ellos es el Reino de Dios.

   Luego, Jesús hace una pregunta que es todo un desafío para sus discípulos: Cuando venga el Hijo del Hombre, ¿encontrará esta fe en la tierra? No está pensando en la fe como adhesión doctrinal, sino en la fe que alienta la actuación de la viuda, modelo de indignación, resistencia activa y coraje para reclamar justicia a los corruptos.

   ¿Es esta la fe y la oración de los cristianos satisfechos de las sociedades del bienestar? Seguramente, tiene razón J. B. Metz cuando denuncia que en la espiritualidad cristiana hay demasiados cánticos y pocos gritos de indignación, demasiada complacencia y poca nostalgia de un mundo más humano, demasiado consuelo y poca hambre de justicia.  

José Antonio Pagola (2013)

 

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