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TENTACIONES DE CADA DÍA
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I Domingo de Cuaresma (ciclo A): 9 de marzo del 2014

Gen 2,7-9; 3,1-7  -  Rom 5,12-19  -  Mt 4,1-11

 

TENTACIONES DE CADA DÍA

Jesús deja Nazaret, donde se había criado, cuando tenía treinta años;

y va hacia el río Jordán para ser bautizado por el profeta Juan.

Luego se retira al desierto, donde lleva una vida de ayuno y oración,

para ver el camino que ha de seguir en el anuncio del Reino de Dios;

desechando toda ambición económica… religiosa… y política…

 

Ordena que estas piedras se conviertan en pan

Después de un largo ayuno, Jesús tiene hambre. Sin embargo,

se resiste a utilizar a Dios para convertir las piedras en pan, pues

no solo de pan vive el hombre, sino de toda palabra que sale de Dios.

Jesús no es una persona egoísta que busca su propio interés,

por eso, al ver el hambre que padecen las personas que le siguen,

pide a sus discípulos compartir el pan con los hambrientos (Mt 14).

Quienes, hoy, tienen poderes económicos y tecnológicos extraen

de las entrañas de nuestra madre tierra: gas… petróleo… minerales… 

y dan trabajo (pan) a los habitantes del lugar por cierto tiempo.

Sin embargo, pocos privilegiados se aprovechan de esas riquezas,

dejando sumergidas en la pobreza y exclusión a inmensas mayorías.

Ante estas injusticias, ¿podemos permanecer ciegos, sordos y mudos?

Para el profeta Isaías, el ayuno que agrada a Dios consiste en:

Romper las cadenas de la injusticia. Dejar libres a los oprimidos.

Acabar con toda tiranía. Compartir tu pan con el hambriento. Vestir

al desnudo. Hospedar al forastero. Socorrer al necesitado (Is 58).

Ante el consumismo esclavizador que solo favorece a los ricos,

tiene actualidad las palabras de S. Gregorio de Nisa (siglo IV):

Tal vez des limosna, pero ¿de dónde la sacas si no es robando?

Si el pobre supiera de donde viene tu limosna, lo rehusaría y te diría:

No sacies mi sed con las lágrimas de mis hermanos. No des al pobre

el pan que amasaste con la sangre de mis compañeros en la miseria.

Devuelve a tu semejante lo que injustamente le has quitado. ¿Para

qué consolar a un pobre, si por otro lado creas cien pobres más?...

 

Desde el templo de Jerusalén

Luego, el tentador propone a Jesús ingresar a la ciudad de Jerusalén

descendiendo triunfalmente desde la parte más alta del templo;

y no debe tener miedo, porque los ángeles de Dios le van a proteger. 

Jesús no vino a este mundo para buscar figuración, prestigio, honor… 

Vino a entregar su vida para que nosotros tengamos vida plena.

Acerca del templo, el profeta Jeremías hizo la siguiente denuncia:

No se engañen diciendo: ¡El templo del Señor! ¡El templo del Señor!

Si enmiendan su conducta y sus acciones, si juzgan rectamente,

si no oprimen a los emigrantes, a los huérfanos y a las viudas;

si no derraman sangre inocente en este lugar,

si no dan culto a otros dioses para desgracia de ustedes mismos;

entonces yo les dejaré vivir en esta tierra que di a sus antepasados…

¿Creen que este templo es una cueva de ladrones? (Jer 7,1-11).

Más tarde, en el sermón de la montaña, Jesús dirá a sus seguidores:

No el que me diga: ¡Señor, Señor! entrará en el Reino de los cielos,

sino el que haga la voluntad de mi Padre del cielo.

Aquel día muchos me dirán: Señor, en tu nombre hemos predicado…

hemos expulsado demonios… y hemos realizado muchos milagros…

Pero yo les diré: No les conozco, aléjense de mí, malhechores (Mt 7).

 

Los reinos y las grandezas de este mundo

Finalmente, desde una montaña muy alta, Jesús contempla el mundo

con sus injusticias, corrupciones, mentiras, opresiones, guerras…

Siguiendo la voluntad del Padre misericordioso, Jesús vino para

introducir en este mundo el Reino de la verdad, justicia y paz.

Sus enseñanzas no las impone con poder, las ofrece con amor.

Toda su vida es un ejemplo de servicio a los oprimidos: El que quiera

ser el primero, que se haga servidor de los demás (Mt 20,20-28).

En nuestros días, los seguidores de Jesús, debemos despojarnos

de ataduras temporales, confabulaciones y prestigios ambiguos;

solo así nuestra misión de servicio será más transparente y fuerte.

Son palabras de nuestros obispos en Medellín (1968) y continúan:

Que se presente cada vez más nítido en Latinoamérica

el rostro de una Iglesia auténticamente pobre, misionera y pascual,

desligada de todo poder temporal y audazmente comprometida

en la liberación de todo el hombre y de todos los hombres.  

J. Castillo A      


NUESTRA GRAN TENTACIÓN

               

            La escena de ‘las tentaciones de Jesús’ es un relato que no hemos de interpretar ligeramente. Las tentaciones que se nos describen no son propiamente de orden moral. El relato nos está advirtiendo de que podemos arruinar nuestra vida, si nos desviamos del camino que sigue Jesús.

            La primera tentación es de importancia decisiva, pues puede pervertir y corromper nuestra vida de raíz. Aparentemente, a Jesús se le ofrece algo bien inocente y bueno: poner a Dios al servicio de su hambre. Si eres Hijo de Dios, manda que estas piedras se conviertan en panes.

            Sin embargo, Jesús reacciona de manera rápida y sorprendente: No solo de pan vive el hombre, sino de toda palabra que sale de boca de Dios. No hará de su propio pan un absoluto. No pondrá a Dios al servicio de su propio interés, olvidando el proyecto del Padre. Siempre buscará primero el Reino de Dios y su justicia. En todo momento escuchará su Palabra.

            Nuestras necesidades no quedan satisfechas solo con tener asegurado nuestro pan. El ser humano necesita y anhela mucho más. Incluso, para rescatar del hambre y la miseria a quienes no tienen pan, hemos de escuchar a Dios, nuestro Padre, y despertar en nuestra conciencia el hambre de justicia, la compasión y la solidaridad.

            Nuestra gran tentación es hoy convertirlo todo en pan. Reducir cada vez más el horizonte de nuestra vida a la mera satisfacción de nuestros deseos; hacer de la obsesión por un bienestar siempre mayor o del consumismo indiscriminado y sin límites el ideal casi único de nuestras vidas.

            Nos engañamos si pensamos que ese es el camino a seguir hacia el progreso y la liberación. ¿No estamos viendo que una sociedad que arrastra a las personas hacia el consumismo sin límites y hacia la autosatisfacción, no hace sino generar vacío y sinsentido en las personas, y egoísmo, insolidaridad e irresponsabilidad en la convivencia?

            ¿Por qué nos estremecemos de que vaya aumentando de manera trágica el número de personas que se suicidan cada día? ¿Por qué seguimos encerrados en nuestro falso bienestar, levantando barreras cada vez más inhumanas para que los hambrientos no entren en nuestros países, no lleguen hasta nuestras residencias ni llamen a nuestra puerta?

            La llamada de Jesús nos puede ayudar a tomar más conciencia de que no solo de bienestar vive el hombre. El ser humano necesita también cultivar el espíritu, conocer el amor y la amistad, desarrollar la solidaridad con los que sufren, escuchar su conciencia con responsabilidad, abrirse al Misterio último de la vida con esperanza.

José Antonio Pagola (2014)

 

 

 

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