
Nació en Lima el 27 de enero de 1930. Fue ordenado sacerdote el 30 de noviembre de 1956. Consagrado obispo el 30 de noviembre de 1975 en Lima. Fue obispo de la Diócesis de Huaraz del 18 de enero de 1978 al 30 de agosto de 1985. Fue nombrado obispo auxiliar de Piura el 21 de octubre de 1975. Gobernó la Iglesia Arquidiocesana de Huancayo por el período de 6 años; desde el 30 de agosto de 1985 hasta el 28 de noviembre de 1991.
Conocido como el Arzobispo letrado, piadoso y de pocas palabras. Como Arzobispo de Huancayo le tocó vivir una etapa difícil con los sacerdotes que estaban ejerciendo su ministerio sacerdotal en situaciones irregulares. Difícil situación que tenía que afrontar por tratarse de su presbiterio y por el ejercicio de la communio sacramentalis. A pesar de la rigidez en sus decisiones, monseñor Emilio Vallebuona, por la investidura que le correspondía como ordinario del lugar y la misión encomendada por la tria munere ecclesiae, especialmente la misión de gobernar (munus regendi), se le quebraba el corazón de buen pastor a la hora de tratar estos asuntos delicados.
En estas circunstancias difíciles, su corazón misericordioso se inclinaba en el sufrimiento y la oración; cabe el momento para resaltar que monseñor Emilio Vallebuona, anteriormente, ya había sido intervenido quirúrgicamente del corazón por lo que estaba condicionado a un marcapaso y un estilo de vida de mucha tranquilidad. Era un pastor celoso de su propio alimento espiritual. El estilo de vida metódico que ejercía en su vida espiritual se reflejaba en la preocupación de tener un Monasterio que pudiera acompañar en oración a la Iglesia Arquidiocesana de Huancayo; comenzando por el Arzobispo, orando por el corazón de la Iglesia encarnada en los sacerdotes, velando por la formación de los seminaristas, intercediendo por los proyectos espirituales de la Iglesia, encomendando las actividades eclesiásticas y preocupado por la cura de almas desde aquellos que se encontraban cerca de la sede episcopal hasta los lugares más recónditos de la jurisdicción.
Fue monseñor Emilio Vallebuona quien hizo la petición de fundar un Monasterio en la Arquidiócesis de Huancayo sin llegar a término por haber sido llamado a la presencia de Dios. Será su sucesor quién concluirá el trámite y la fundación de este Monasterio de las Madres Carmelitas. Monseñor Emilio Vallebuona vivía en la Comunidad Religiosa de los Sacerdotes de San Juan Bosco. Era muy querido por los jóvenes, maestros y padres de familia del Colegio Particular Salesiano; por lo que se sentía a gusto compartir buen tiempo con ellos. Desde esta realidad, surge su preocupación por la formación de los docentes de Educación religiosa y la promoción de catequistas. Promovió el sacramento de la Confirmación en las instituciones educativas de nivel secundario; llegando a celebrar la Misa en los mismos colegios, con el motivo de manifestar su cercanía a los jóvenes. Con estos hechos tan significativos, expresaba su “opción preferencial por los jóvenes”.
Gobernó la Iglesia de Huancayo en circunstancias convulsivas de la realidad nacional. Recordemos que la década de 1980 y 1990, nuestra patria estuvo asediada por los movimientos terroristas que ocasionaron estragos, violencia y letargo en nuestro país. El terrorismo, que por principio revolucionario contradecía la religión, incursionó en los ambientes de la Iglesia católica con amenazas y apropiación de bienes, caracterizados por actitudes violentistas. Monseñor Emilio Vallebuona, en muchas oportunidades, dentro y fuera del púlpito, tuvo que llamar a una convivencia pacífica de la sociedad. Organizó jornadas de oración, vigilias y mensajes por la paz ante los coches bomba que explotaban sorpresivamente en las calles, las listas rojas y negras que se publicaban en los parques, la muerte de autoridades civiles en situaciones escalofriantes, el bombardeo de las instituciones estatales y privadas, los tiroteos y matanzas entre los mismos terroristas y militares.
En medio del temor y el pavor, monseñor Emilio Vallebuona fue el pastor que invocaba ser constructores de paz. Falleció con paro cardíaco el 28 de noviembre de 1991 en la capital Lima, siendo arzobispo de Huancayo. Sus restos mortales descansan en la cripta de la Catedral de Huancayo, junto a los de monseñor Mariano Jacinto Valdivia y Ortiz.