Presidió Monseñor Luis Alberto Huamán Camayo O.M.I. Arzobispo de Huancayo
En conmemoración a los 203 años de independencia peruana, el 25 de julio se llevo a cabo la misa Te Deum en la Catedral sede del Arzobispado de Huancayo, presidida por el Arzobispo de Huancayo Monseñor Luis Alberto Huamán Camayo y con la presencia de las principales autoridades de la provincia y de la región.
Esta celebración litúrgica es una importante tradición arraigada que se remonta a 1821, cuando Don José de San Martín solicitó su realización para bendecir el fin de la era colonial española en territorio peruano.
Durante su homilía Monseñor Luis Huamán menciono que “somos llamados, todos nosotros, a ser aquellas personas constructoras de la paz, donde todos nuestros hermanos y hermanas, sobre todo los más pobres, puedan ver una gran luz.” Y añadió que “lleguemos a ser un pueblo libre de todo mal, de toda corrupción, de todo lo que nos aleja entre nosotros y de todo lo que nos aleja seguir construyendo este gran Perú que Dios nos ha dado.” Finalizando con un gran ¡Que viva el Perú!
Después de la celebración monseñor participo en el paseo de la bandera y la celebración protocolar.

Homilía 26 de Julio
Conmemorando los 203 años de Independencia del Perú
Queridos hermanos y hermanas, invitados a esta gran ceremonia de celebración por nuestro país. Hoy es un día de agradecerle por la tierra que nos vio nacer, agradecerle a Dios por todo lo que significa el Perú para nosotros, que es un gran valor, es nuestra tierra, es nuestro país y es nuestra responsabilidad a la vez. Hace unos años le pidieron a Gastón Acurio, si ustedes conocen a este empresario que es un chef, que hiciera una oración por nuestro país en un evento protocolar del Perú.
Él hizo esta oración que ha marcado mi vida y me ha hecho entender lo que significa el Perú para nosotros. Muchos años he tenido que estar fuera del país y desde fuera, tan igual como quienes estamos aquí adentro, entendí la responsabilidad que exige para nosotros el hacer de nuestro país un país grande. Y hoy se hace actual esa oración y desafiante para nosotros y les comparto a ustedes.
Gastón Acurio hizo esta oración y pasó a leerla tal cual como él lo hizo. Dijo, “Señor, estamos todos aquí esta mañana para que escuches nuestro ruego, pero esta vez, Señor, no te pediremos por nuestro Perú. Pues, ¿cómo hacerlo? ¿Cómo pedirte, Señor, ¿si a nuestro Perú tú ya le disté todo? Porque si hubo un lugar en el que tú decidiste poner todo lo que cualquier ser humano soñaría tener para alcanzar la prosperidad, para él y su comunidad, ese fue el Perú.
Porque aquí reuniste, Señor, todas las riquezas, todas las acres, todos los climas, todas las oportunidades para que un día este pedazo de la tierra sea el más hermoso de los espacios para vivir. Llenaste sus montañas de oro, plata y minerales. Pusiste inmensos lagos de gas y petróleo bajo sus selvas.
Y sobre ellos, árboles, vegetación y naturaleza infinita. Dibujaste ríos que cortan la cordillera cargados de energía, bajando a irradiar desiertos que luego se convertirán en verdes valles. Y nos diste un mar de riqueza infinita, con todos los peces posibles y toda la abundancia posible.
Hiciste que vinieran todos los hombres y mujeres del mundo a instalarse en nuestra tierra trayendo consigo lo mejor de sus mundos bajo el brazo. Y vinieron gentes de Europa, de Asia, de África, todos a asimilarse y mimetizarse con las antiguas culturas del Perú, formando un hermoso y envidiable crisol de culturas único en el mundo. Y no contento con ello, Señor, nos diste 85 de los 110 climas existentes en el mundo, casi como imaginando al Perú como una suerte de mostrario de todo lo bello que tú creaste, que el mundo tiene para ofrecer a la humanidad.
Oh, querido Señor, ¿cómo podríamos pedirte aún más por esta tierra, si en ella Tú ya lo pusiste todo? Sin embargo, sin embargo, a pesar de todo lo que nos diste, quienes habitamos en ella no lo hemos sabido ni podido aprovechar. No hemos podido darle el destino necesario y justo que Tú soñaste al poner todo ello a nuestro alcance. No hemos podido lograr que toda esa abundancia y generosidad con la que nos bendeciste haya podido alegrar la vida de los hombres y mujeres que hoy pueblan nuestra tierra.
E increíblemente, a pesar de todo lo recibido, hoy somos considerados, aunque sea imposible de comprender, como un país tercermundista. Por ello, Señor Todopoderoso, estamos aquí para decir y reconocer con humildad que Tú no nos has fallado, que esta tierra no nos ha fallado, somos nosotros los que hemos fallado. Por eso estamos esta mañana, Señor, no para pedirte por el Perú, sino para pedirte por nosotros, por todos los que estamos aquí reunidos, y por todos aquellos que hoy, a diferencia de una gran mayoría de compatriotas, si tuvimos la suerte de disfrutarlo todo y de vivirlo todo, todo tal cual Tú lo soñaste, para que nos ilumines y nos hagas reconocer y revelar de una vez por todas y para siempre cuál es nuestro verdadero rol en este Perú que tan generosamente creaste.
Te pedimos que nos hagas comprender que, si nos has dado tanto en un espacio en donde la mayoría tiene tan poco, es porque hay un mensaje y una misión expresa tuya detrás, que es la de asumir nuestro rol como líderes, como hombres y mujeres elegidos para conducir a nuestro pueblo y nuestro Perú hacia esa prosperidad que Tú diseñaste y nos encargaste hacer realidad. Te pedimos, Señor, que nos des la fuerza para reconocernos como hombres y mujeres de paso en esta larga historia de la humanidad, cuya misión es entregar nuestras vidas al servicio de las generaciones futuras, y en ese sentido, que sepamos comprender que, habiéndolo recibido todo, ha llegado el momento de darlo todo. Que finalmente ha llegado la hora que todos demos un paso atrás, renunciando a nuestros sueños más individuales, nuestras aspiraciones materiales más personales, y nos demos la mano para formar un solo grito, una sola voz, un solo camino, que no es otro que el que Tú siempre soñaste y bendiciste para el Perú.
El camino de la belleza abrazada a la justicia, de la prosperidad iluminada por la equidad, del amor tocándole la puerta a todos los hombres y mujeres que aquí habitan. Señor, lo sabemos, la tarea no es fácil, son tantos años en que hemos fallado, pero nunca es tarde, y lo sabes, aún estamos a tiempo, si es que nos decidimos aquí y ahora todos, cada uno en nuestro campo de acción, a cambiar nuestro destino común para siempre. Lo sabemos, Señor, hemos contaminado Tus ríos, hemos vaciado tus montañas, hemos talado tus bosques, hemos despreciado nuestras diferencias, y ello a nada nos ha conducido.
Lo sabemos, nuestros niños, en vez de jugar, trabajan sin descanso por las calles, nuestros ancianos mueren olvidados en las puertas de viejos hospitales o de casas abandonadas por sus hijos, nuestros hombres y mujeres no logran conciliar siquiera un sueño digno al ver a sus familias sin un futuro posible, nuestros poderosos miran con indiferencia al mundo que los rodea. Entonces, Señor, entonces, Señor, si todo eso lo sabemos y estamos todos aquí para reconocerlo abiertamente y sobre todo para aceptar que al habernos dado tanto, algo mucho más grande esperas de nosotros. Te pedimos, Señor, que nos des ese último don que nos lleve a acabar para siempre con esta larga historia.
Y podamos empezar esa nueva historia a los 200 años de esta liberación de nuestro país. Esa nueva historia que siempre quisiste para este paraíso que creaste llamado Perú. Báñanos por última vez de humildad infinita, de generosidad, de solidaridad, de fortaleza de espíritu, de capacidad de perdón, pero también de inteligencia y astucia y de fe para enfrentar todas las fuerzas del mal que se desplegarán en esta lucha que nos convoca.
Señor, te pedimos esta mañana por nosotros, los peruanos, que tú elegiste para esta última gran batalla, prometiéndote darlo todo y entregarlo todo para que un día, un día, cuando ya no estemos, quienes aquí habiten puedan contarle a sus hijos y a sus nietos que en el Perú se vivieron momentos difíciles, pero que todo eso ya pasó, que finalmente llegó al Perú ese mundo de belleza, de justicia, de verdad, de lealtad que Dios nos entregó y que sus hijos se encargaron de hacerlo florecer, que somos nosotros. Por ello, queridos hermanos y hermanas, necesitamos unirnos, unirnos y romper con la indiferencia y la insensibilidad, encaminándonos hacia una cultura de la legalidad, de la fraternidad social, basada en la dignidad humana y la promoción del bien común. Hoy necesitamos hacer un nuevo compromiso por el Perú, recuperando la riqueza de la peruanidad.
La corresponsabilidad es la misión del presente. Nadie puede fingir que no le atañe la vida del otro. El desafío del necesario cambio de las estructuras sociales nos compete a todos, a cada quien, en su rol, como dice el Papa Francisco, un verdadero plan social debe incluir a todos y a todas y a cada uno de los ciudadanos.
No hay democracia con hambre, ni desarrollo con pobreza, ni justicia en la inequidad. Estas últimas palabras son vertidas desde la Conferencia Episcopal Peruana. Estas palabras de Gastón Acurio acompañó mi vida, acompañó mi deseo de dar lo mejor por nuestro país y creo que todos nosotros, todos nosotros aquí queremos lo mismo, ¿verdad? Estamos en lo mismo, dándolo todo por el Perú, porque nosotros somos el ahora que cambia nuestra historia, que hace nueva historia.
El 28 de julio se invoca a Nuestra Señora de la Paz, que es a la cual la lectura nos ha indicado de esta presencia. En medio de la oscuridad vio una gran luz, que es Jesucristo, y es la madre la que hizo que esa luz resplandeciera sobre nuestro mundo, sobre nuestra tierra, sobre nuestra humanidad. Hoy somos llamados, todos nosotros, a ser aquellas personas constructoras de la paz, donde todos nuestros hermanos y hermanas, sobre todo los más pobres, puedan ver una gran luz.
Invoquemos a Nuestra Madre entonces la Virgen de la Merced, la Gran Mariscala del Perú, al Señor de los Milagros, como un pueblo lleno de fe, de esperanza, para que nos guíen por caminos de fraternidad, de unión, que en sus 200 años de la batalla de Junín y de Ayacucho lleguemos a ser un pueblo libre de todo mal, de toda corrupción, de todo lo que nos aleja entre nosotros y de todo lo que nos aleja seguir construyendo este gran Perú que Dios nos ha dado. Que Dios bendiga a nuestro Perú, que Dios bendiga a nuestras familias, que Dios nos bendiga a nosotros, y que todos juntos digamos ¡Que viva el Perú! Un aplauso a nuestro Perú. Gracias.
Luis Alberto Huaman Camayo / Arzobispo de Huancayo